Tribuna abierta
Colón a la sombra de Floyd
«América en su conjunto, aún tiene que enfrentarse a ese nutrido censo de fantasmas que ha acabado en esta fobia a las estatuas»
Miguel Ruiz Montañez
En estas últimas semanas, Estados Unidos se ha adentrado de lleno en una profunda reflexión sobre el racismo, un asunto esencial en la historia de ese país y de toda América. Las movilizaciones por la muerte de George Floyd han desencadenado el derribo de estatuas ... de figuras del ejército confederado. El movimiento ha sido tan fuerte, que la onda ha llegado a Europa, aunque aquí la ira de los manifestantes ha impactado contra las esculturas de Edward Colston, Winston Churchill o Leopoldo II de Bélgica, que se han convertido en símbolos de la esclavitud y el colonialismo.
Pero hay un fenómeno un poco más antiguo. Desde hace unos años, se están desarrollando campañas contra los símbolos del Descubrimiento de América. Como resultado, estatuas de Colón han sido derribadas o retiradas a lo largo de ese país y varias ciudades han sustituido el Día de Colón por el Día de los Pueblos Indígenas. Solo en estos últimos días, han sufrido severas agresiones las estatuas de Boston, Richmond, Saint Paul, Houston y Miami. Al amparo de las movilizaciones, Colón vuelve a aparecer como un villano, un símbolo opresor de los nativos americanos, y de una forma rocambolesca, todo se mezcla. Más allá del furor de la horda, el alcalde de Boston, cuya estatua de Colón ha sido decapitada, pidió tiempo para reflexionar, pero parece que los activistas no quieren tiempo, solo quieren ver más estatuas derribadas.
Esta sorprendente empanada ideológica e histórica que se ha desencadenado en los Estados Unidos mete a Cristóbal Colón en la furia del movimiento Black Lives Matter. A la sombra de George Floyd, se le relaciona con el escabroso asunto de los esclavistas, cuando no hay ni una sola prueba de que contribuyera a la llegada de esclavos de África. La culpa la puede tener la American Indian Movement, una asociación creada en 1968 que reivindica los derechos de los nativos americanos, que quiere poner el foco en la pobreza, las altas tasas de desempleo, y en la preservación de las culturas indígenas. Desde hace tiempo, han venido promoviendo la idea de que Colón es el signo máximo de la colonización, aseguran que los indios autóctonos fueron aplastados tras su llegada al continente. Y lo más curioso de la situación, es que se rechaza entrar en el debate sincero.
¿De verdad tuvo Colón la culpa? Por encima de juicios e interpretaciones extraviadas, su protagonismo no puede ponerse en entredicho. Se ha cuestionado que deba ser enaltecido. Con alegatos absurdos, se le intenta estigmatizar como antihéroe de la conquista. Pero fue sencillamente un hombre que se movió entre luces y sombras, descollante en ocasiones, no tanto en otras. Negar su hazaña es inaceptable, porque fue un hecho sorprendente. Nada fue igual después de que las tres naves alcanzaran esos territorios, eso es innegable, por más estatuas que se retiren, o pintura roja que se quiera verter sobre el hombre que lo hizo posible.
La esclavitud ha sido una práctica abominable ligada a la historia de la Humanidad, que también practicaban los indios nativos americanos, como los aztecas, que entregaron a Hernán Cortés a la nahua Malinche, una de las veinte mujeres esclavas dadas como tributo a los españoles por los indígenas de Tabasco. La diferencia entre el legado de Colón y otros, es que en nuestro caso hubo un mestizaje sincero y profundo, como ocurrió con el propio Cortés que tuvo un hijo legítimo con esa mujer, Martín Cortés. La historia de América desde ese momento ha sido muy similar a la de Europa, a diferencia de que aquí nadie cuestiona ya que los romanos o los árabes nos invadieran, sencillamente forman parte de nuestra cultura, de nuestra sangre.
Hoy día, en la mayor parte del mundo, la cuestión de quién eres, de dónde procedes, es un misterio que la mayoría de la gente deja de preguntarse, que nadie alberga esperanzas de que algún día se resuelva. Sin embargo, América en su conjunto, aún tiene que enfrentarse a ese nutrido censo de fantasmas que ha acabado en esta fobia a las estatuas. Así es América, simultánea ilusión y desaliento, pero, al mismo tiempo, veneno y antídoto.
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Miguel Ruiz Montañez es autor de «La Sangre de Colón»
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