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El ángulo oscuro

Más sobre el «pin parental»

Cuando no se libra esta batalla por el bien común se incurre en un relativismo más peligroso que el Estado Leviatán

Juan Manuel de Prada

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Como hemos percibido que nuestras consideraciones sobre el llamado «pin parental» han levantado muchas ronchas, volvemos sobre el tema; pues nos encanta golpear donde duele. Cuando Sócrates desobedeció las leyes de Atenas lo hizo, desde luego, por decisión propia, pero en nombre de una ley ... moral que su conciencia no podía conculcar. En cambio, quien esgrime el «pin parental» lo hace por decisión propia, pero también en nombre propio, apelando a la soberanía de la propia conciencia individual, tan respetable y digna de ser protegida por las leyes como la de quien decide lo contrario (ocasionando, se supone, un daño grave a sus hijos). Se trata de una distinción sumamente importante: Sócrates no pretendía que se reconociese legalmente su propia opinión como derecho subjetivo, al igual que cualquier otra (que es lo que pretende el «pin parental»); Sócrates rechazaba las pretensiones ilegítimas del poder que exigía a las conciencias acciones inmorales en sí. Que es precisamente lo contrario de lo que hace el «pin parental», al pretender que las opiniones más diversas (lo mismo las rectas que las inicuas) se conviertan en derechos subjetivos que la ley protege. Lo cual sólo consagra la incapacidad para hacer juicios objetivos sobre las cosas y la imposibilidad de dictar leyes razonables y justas, convirtiendo el subjetivismo en ley.

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