Suscribete a
ABC Premium

La Tercera

Dostoyevski, cristiano epiléptico

«Dostoyevski cree en la nación en tanto en cuanto colectivo unido por la fe: ‘Si un gran pueblo deja de creer que se haya en posesión de la verdad, si no cree ser el único llamado a resucitar y salvar el universo mediante su verdad, abandona su condición de gran pueblo y se convierte en una materia etnográfica. Un pueblo verdaderamente nacional no puede contentarse nunca con desempeñar en la humanidad un papel secundario. Le es absolutamente necesario ser el primero’»

Martín-Miguel Rubio Esteban

Quien de adolescente ha leído las Obras Completas de Dostoyevski tiene la experiencia indeleble de una especie de optimismo triste, de ‘religión del sufrimiento’, que se activará en los momentos más duros de su vida, y que le ayudará a sobrellevarlos como un género de ... deber moral y religioso. La relación de Dostoyevski en sus novelas con el mundo es desde la primera, ‘Pobres gentes’, una relación en la que el autor no puede inhibirse del dolor de los demás, aunque el amor del autor por sus pobres personajes sea tan inerme y tan débil que casi resulta inútil. No importa. No existe actividad más humana que la de sacrificarse por el prójimo hasta la más completa ‘exhaustión’. El desaliento es pecado; él mismo nos dirá: «Es un pecado desalentarse…La verdadera felicidad consiste en un excesivo trabajo realizado con amore». Diríase que la visión del trabajo en Fiodor es pre-opusdeísta. Dostoyevski, tan grande como Cervantes es el reverso de la desesperación atea de Emilio Zola, autor de personajes totalmente abandonados y desamparados, hasta por su propio creador. Dostoyevski funda su «creación cristiana» en la advertencia de Jesucristo: «Quien quiere salvar su vida la perderá, pero quien dé su vida por amor hacia Mí la salvará». Lo mismo que en el caso de Cervantes -que pasó los mismos años de horrible cautiverio que Dostoyevski- el humanismo del corazón -no el de los libros- le surgió al novelista ruso de su espantosa experiencia carcelaria. Siberia para Dostoyevski, como Argel para Cervantes, suponen un completo renacimiento de sus vidas. Pero habría también que decir que en el caso del ruso el humanismo clásico también le impregnó en Siberia, con atentas lecturas de Heródoto, Tucídides, Tácito, Plinio, Flavio Josefo, Plutarco, Diodoro de Sicilia, los Padres de la Iglesia y el Evangelio. Y sus más grandes personajes, los caracteres más singulares de sus novelas, los sacó de una aplicada observación de sus compañeros de cautiverio, lo mismo también que Cervantes. Ambos vieron en los peores criminales almas desventuradas que también tenían cosas buenas, incluso la santidad.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia