Con permiso
Todo es coyuntural... menos Sánchez y Cía.
El paro, coyuntural. La falta de chips, coyuntural. La inflación, coyuntural. Hasta el ‘baby boom’ fue coyuntural... Todo, menos el estructural de Sánchez
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Iniciar sesiónHoy la palabra de moda es ‘coyuntural’. Digamos, aquella situación que se da por una combinación de factores y circunstancias acotada en un periodo de tiempo, se supone, que breve. Lo fácil para echar balones fuera para aquellos -gobiernos, sobre todo- que carecen de razones ... o fundamentos con los que dar explicaciones de la realidad de las cosas en momentos concretos. Vamos, la verdad verdadera. Esa que siempre atañe y, casi siempre perjudica, a las personas y a las empresas. Sobre todo, a las más pequeñas. Y a los autónomos, por supuesto, que viven más el día a día para seguir adelante con la espada de Damocles siempre pendiendo sobre sus cabezas. En principio pues, lo ‘coyuntural’ es lo que tiende a desaparecer en el corto plazo. Lo opuesto a lo ‘estructural’, que es lo que permanece en el tiempo y, al final, lo que determina el futuro a largo y necesita de un esfuerzo prolongado o de una cirugía profunda para ser solucionado. Lo malo es que las consecuencias de lo coyuntural, aunque es efímero en el momento, se convierte en estructural en cuanto se descuida uno. No como las palabras que se lleva el viento y ya. No. Se adhiere a la piel, y ahí se instala de forma subyacente... ¡como los precios oigan!
Y es que en la actualidad, todo es coyuntural. El paro, coyuntural. La falta de chips, coyuntural. La inflación, coyuntural. El desabastecimiento, coyuntural. Menos paga a pensiones, coyuntural... ¡Hasta coyuntural fue en su momento el nacimiento brutal de bebés en el siglo pasado -el conocido ‘baby boom’- y miren las consecuencias hoy! Todo, todo es coyuntural... ¡menos Pedro Sánchez y los suyos, que esos sí que son estructurales! ¡Ni con agua caliente nos los quitamos de encima!
El caso es que lo coyuntural, aunque efímero, se acumula en el debe del futuro. En el de todos los ciudadanos. De hecho, el incremento sin pausas de la inflación -ojito con la espiral de la ídem- podrá ser coyuntural, pero el daño infligido a millones de familias (y de ahorradores) será permanente en el tiempo. Estructural, vamos. Y con los ‘baby boomers’ prácticamente llamando a las puertas de la Seguridad Social -comienzan a jubilarse ya mismo, en 2023- y una primera parte de la reforma centrada en el gasto, el ministro Escrivá ha puesto encima de la mesa la magnífica idea de incrementar un 0,5% esas contribuciones durante una década (propuesta «transitoria» hasta 2032, apunta), que -dice-servirá para nutrir la hucha en pensiones. Que los empresarios y los trabajadores paguen vamos. ¡Para qué pensar en recortar gastos si podemos cascar más impuestos a los de siempre! Pues... vamos camino de tener un problema estructural más, añadido a la desigualdad, la pobreza y la inclusión social con la generalización de un fenómeno imparable que tiene que ver con los llamados ‘trabajadores pobres’, logro absoluto del estructural de Sánchez.
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