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Magia Borrás

Lo de Laura Borrás ha sido un truco barato para distraernos del pacto de Sánchez con los presos

Alberto García Reyes

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En la caja de Borrás que le pedí a los Reyes de pequeño vienen 200 trucos. Los juntó un señor de Calella que había fundado en Mataró la empresa de juguetes que a comienzos de los ochenta distribuyó en España el Monopoly de Parker. Alegoría ... de una codicia que sólo tiene sentido en la mente de un ocultista. Aquella casa juguetera unió hace décadas, tal vez en un vaticinio de brujería, las dos derramas del actual delirio independentista catalán: el ilusionismo y los falsos títulos de propiedad. Y dada la tendencia al espiritismo que ha tomado el movimiento golpista, que utiliza médiums del fugitivo Puigdemont en el reino de España para alargar su fantasía, tiene que ser cuestión de nigromancia que la señora que ha ido a decirle a Felipe VI que en Cataluña no tienen Rey se apellide Borrás. Una de las trápalas que usan los magos para sus triles es la palabrería. La corrupción del lenguaje suele ser un arma de persuasión muy efectiva en las sociedades aborregadas. Y la señora Borrás ha tirado por ese atajo para ganarse la aclamación de su rebaño adoctrinado, ese que sostiene que Cervantes se llamaba en realidad Joan Miquel Servent, que Cristóbal Colón era el nombre castellanizado de Cristófor Colom y que las tres carabelas partieron desde Pals d’Empordá y no desde Palos de la Frontera, entre otras hilarantes mamarrachadas.

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