Suscribete a
ABC Premium

Vidas ejemplares

Los toros de Calamaro

Un aplauso para los artistas libres que siguen la ruta de su instinto

Luis Ventoso

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Me admiran los poetas-cantantes un poco perro verdes, que labran su canon unipersonal al margen de los corsés de la moda y los mantras políticos. Artistas como Dylan, el más relevante, al que este mes le caen los 80, o como sir George Ivan ... Morrison, de 75 años (Van para los amigos, si es que existe tal categoría en su universo huraño). El rey del soul celta tiene un don: conserva una voz tan privilegiada y gasta tanta clase que si le pones detrás un poquito de órgano Hammond podría hacer un disco hasta salmodiando la carta del VIPS. Acudir a sus recitales es una lotería, porque se ofrece en dos formatos. Una vez en Santiago lo vi en modo piloto automático, despachando su repertorio como un eficaz funcionario, que casi miraba el reloj de reojo para subirse al jet privado y dormir en Belfast. Pero en otra ocasión, en el Royal Albert Hall, se embozó entre las sombras del escenario acometiendo su prodigiosa canción ‘In The Garden’ y el auditorio entró en trance (hasta el turras que tenía al lado aparcó sus patatas fritas). Van Morrison, que ya de por sí no es la alegría de la huerta, se ha cabreado con las restricciones de las libertades personales por el Covid y se ha despachado con un disco-alegato de dos horas, un desahogo contra la corrección política, el control digital, la subcultura de la queja... Van contra el mundo. A ratos se le va la pinza, pero cuesta no darle la razón cuando pregunta cosas como «¿Por qué estás en Facebook?/ ¿Por qué necesitas amigos de segunda mano?» (aunque omite que él tiene ahí una cuenta de un millón de seguidores).

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia