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Vidas ejemplares

La II República, loas a un fiasco

Imposible construir democracias negándole el derecho a existir al adversario

Luis Ventoso

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Noventa aniversario de la proclamación de la II República, cuando se soñó con poner al día el reloj de España y arribar a una democracia moderna. Huelga decirlo: salió fatal.

Sánchez idealiza la República desde la tribuna del Congreso. La sitúa como «uno de los ... tres hitos que han convertido a España en un gran país, junto a la Constitución de 1978 y la adhesión a Europa». Esa exaltación hiperbólica de la República es falsaria. Una vez más, el PSOE reivindica como un éxito una experiencia política que por desgracia resultó un dramático fracaso, cebado por la deslealtad de izquierda y derecha hacia las leyes de la propia República. No se pueden construir democracias sin demócratas, y ese fue el pecado original del régimen nacido en abril de 1931. Imposible sostener modelos parlamentarios sanos y solventes y un sistema de libertades y derechos con partidos que niegan a sus adversarios el propio derecho a existir. «No temáis que os llamen sectarios. Yo lo soy. Tengo la soberbia de ser ardientemente sectario», proclamaba el que hoy ensalzan como san Azaña. Ese celo doctrinario, que acabaría esgrimiendo una atroz faz violenta, acabó dinamitando la República. Ahí sí late una gran lección para el tiempo presente: frente al ejemplo de entendimiento y tolerancia de la Transición, hoy estamos recuperando los peores tics sectarios de aquellos años treinta (incluso teníamos en el Gobierno hasta anteayer a un cantamañanas con tarjeta de vicepresidente proclamando que «la derecha jamás volverá a gobernar», lo que equivale a liquidar la alternancia democrática).

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