Vidas ejemplares
La cartita de Simón
La culpa es de todos, menos de quien gestiona
El gran Ibáñez publicaba álbumes especiales de Mortadelo sobre acontecimientos señalados. Tras un Mundial de fútbol en el que España había pinchado -tónica habitual hasta el milagro de Sudáfrica-, parodiaba en una viñeta nuestra querencia a culpar a un enemigo exterior de nuestras cagadas: «Es ... que el césped tenía mucha hierba, jefe», pretextaba un Mortadelo disfrazado de futbolista tras encajar una goleada. Me he acordado de las excusas de Mortadelo tras leer la carta que el doctor Simón ha enviado a la famosa revista médica «The Lancet» para justificar la gestión ante la epidemia del Covid. Resumen: desde el Gobierno lo estamos haciendo bárbaro, pero los elementos se conjuran.
Angela Merkel acaba de ofrecer en el Bundestag una intervención llena de vehemencia y sentimiento. La canciller expresaba su inmensa preocupación porque Alemania, con una población de 83 millones, ha sufrido 590 muertos en un día. En España, con 47 millones de habitantes, hemos padecido en la primera ola jornadas de 738 fallecidos y en la segunda de 537. Alemania presenta una media de 24 muertos por cien mil habitantes. España de 99 (el cuarto peor país). Pero mientras Merkel expresa su desazón y califica la situación de «inaceptable», Sánchez y su corte levitan encantados de haberse conocido.
Simón destaca en su carta exculpatoria en «The Lancet» que en España ha habido «un gran aumento de la capacidad de respuesta tras la primera ola». No es para menos, pues en el primer pico no se pudo hacer peor. Sobre el circo de la descoordinación, con el Gobierno primero inhibiéndose y luego en guerra abierta contra Madrid, Simón, que debe habitar en las verdes praderas de Heidi, lo presenta como «un diálogo interterritorial fluido y con decisiones coordinadas». Si España se ha visto especialmente vapuleada, alega que se debe a los recortes previos en sanidad -en obvio mensaje subliminal contra el maloso PP-, a la carencia de profesionales, a la elevada edad de la población y a la «interacción cultural y social» y la alta movilidad. De la gestión, ni coma.
Pero lo más lamentable llega al final, cuando se queja de que «la politización y el desafortunado clima de confrontación» perjudican la labor gubernamental. Es decir, según este funcionario, la prensa y la oposición tendrían que haber permanecido calladas y asintiendo mientras el Gobierno ocultaba -y sigue ocultando- miles de muertos, mientras se inventaba comités de sabios, mientras arriesgaba la vida de los sanitarios al no facilitarles protección, mientras el presidente mentía al público con facundia sobre los rankings de test, mientras el propio Simón no daba una, infravalorando el riesgo («España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso»), incapaz de aclararse sobre la mascarilla, o buscando el autobombo frívolamente de chapoteo con Calleja en la tele mientras la epidemia se desmandaba por segunda vez.
En lugar de la cartita exculpatoria en «The Lancet» a lo mejor se le habría agradecido la de renuncia.