Tribuna abierta
¡Alto el fuego!
«Propuse ante la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados que abramos una tregua de por lo menos seis meses para centrarnos en proyectos que nos unan y reconstruir lo dañado»
Luis Garicano
Estamos hartos. Hartos de la pelea política que nos asalta, del debate encarnizado que salpica el salón de nuestras casas. No es que la bronca sea nueva ni original; la polarización extrema es otra pandemia que azota a las democracias representativas desde hace tiempo en ... España, el resto de Europa y América. Lo que es nuevo es el escenario, nuestro escenario. Y lo que yo me pregunto es si nos podemos permitir esto en la situación en la que vivimos. ¿Es que cerca de 50.000 muertos y cinco millones de parados no nos van a hacer cambiar?
Alto el fuego. No podemos seguir así. Los que nos dedicamos a la política estamos obligados a trabajar juntos y a entendernos. La gente está cansada de encender la televisión y ver a los dirigentes insultándose, de escuchar la radio y sufrir la vergüenza ajena de la demagogia barata, de leer un periódico y comprobar que las identidades y las emociones sustituyen a los argumentos y las ideas.
Me alarma que entre el lógico alivio del descenso de contagios y muertes -atención a la euforia, porque bajar la guardia sería un grave error- y la llegada del buen tiempo se nos olvide la situación en la que estamos: decenas de miles de familias destrozadas, sectores enteros de la economía devastados, pequeñas y medianas empresas y autónomos abandonados a su suerte y, de nuevo, la terrible perspectiva de volver a los 5 millones de parados.
Por eso propuse ante la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados que abramos una tregua de por lo menos seis meses para, como hacemos en Europa, centrarnos en proyectos que nos unan y reconstruir lo dañado. No soy tan ingenuo como para sugerir que decretemos el final de las diferencias. Lo que digo es que discutamos los problemas que la crisis ha puesto de relieve, y que lo hagamos sobre la base de un plan de reconstrucción que use de la mejor manera posible los enormes fondos que la UE pondrá a nuestra disposición para acometer las grandes transformaciones que necesitamos.
En primer lugar, el empleo sufre un cataclismo. ¿Cómo aprovechar aquí la inyección europea? Afrontando el reto digital. La pandemia nos empuja: puesto que las máquinas no se contagian, se va a acelerar la robotización. Pero no estamos preparados para los nuevos empleos. Debemos revolucionar la formación: crear una plataforma digital con contenidos formativos, introducir la financiación por objetivos y la libre elección de los proveedores. Y eliminar el exceso de temporalidad que impide invertir en formación.
Siempre que se pregunta por los problemas de España, ciudadanos y políticos responden: la educación. Y es cierto. Pero de ahí no pasamos. Un plan contra otro, según el Gobierno de turno. ¿Es que hay algo más lamentable que el duelo goyesco a garrotazos con la educación como argumento? Lo que propongo es aplazar los asuntos difíciles de conciliar para ir a lo que seguramente todos estaremos de acuerdo: España no puede tener las cifras de abandono escolar temprano más altas de Europa. Y la pandemia está aumentando la desigualdad educativa; va a ser muy injusto y muy difícil de recuperar. En una posible segunda ola, todos los niños deben tener acceso a un iPad y a una conexión de internet.
Modernizar las administraciones públicas para generalizar las gestiones digitales, y desde luego la justicia, es el tercero de los ejes. Para ganar en eficacia, pero también en transparencia e independencia. Ahí nos jugamos gran parte de la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Si no les sirven, ¿cómo van a defenderlas?
Cuarto, invertir en sanidad. A pesar de los excelentes profesionales que tenemos, el récord en el número de muertes por millón de habitantes debe hacernos reflexionar sobre nuestra capacidad para hacer frente a las crisis, e invertir en reforzar nuestro sistema.
Finamente, liderar la economía verde. El dinero europeo debe servir para ayudar a transformar la industria automovilística, modernizar el tejido industrial y desarrollar un turismo sostenible y la modernización de la rehabilitación de viviendas.
Estamos hartos. Hartos de la crispación como arma arrojadiza, de la carnaza que tantos derrochan para hacer realidad el viejo refrán estadounidense sobre los titulares de prensa: «If it bleeds, it leads». Si sangra, manda. Si hay sangre, la noticia vende mejor.
Dejemos de hacer sangre cuando estamos desangrándonos. Aprovechemos esta oportunidad para lograr que los únicos garrotazos sean los de Goya en el recién reabierto Museo del Prado. Declaremos una tregua y abramos la vía para unas reformas que pueden ser decisivas para el bienestar y el futuro de los españoles.
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Luis Garicano es jefe de la delegación de Ciudadanos en el Parlamento Europeo
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