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Llanto sobre Jerusalén

Jerusalén, la Sión bíblica, es capital religiosa y «madre de todos los pueblos»

Imagen del Monte de los Olivos EFE
Juan Manuel de Prada

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Como Léon Bloy , pienso que el antisemitismo es «el bofetón más horrible que Nuestro Señor haya recibido jamás en su Pasión que dura siempre, el más sangriento y más imperdonable, pues lo recibe sobre el rostro de su Madre». Todo cristiano que no ... esté envenenado de turbias ideologías debe venerar la raza de la que ha salido la Redención, que a lo largo de los siglos tan visiblemente ha cargado con los pecados del mundo. Pero tan poco cristiano es el antisemitismo como la idolatría de cualquier forma de mesianismo político, incluido el sionista (excusa que muchos sedicentes católicos utilizan en estos días para vituperar al Papa ). No hay historia más trágica que la del pueblo judío, elegido por Dios, allá en la noche de los tiempos, y sometido a lo largo de los siglos –a veces, tal como se nos narra en el Antiguo Testamento , como consecuencia de sus propias infidelidades– a multitud de dominaciones, hasta la expulsión de la tierra prometida, en tiempos de Adriano (vaticinada por Cristo, a quien su propio pueblo no reconoció en su primera venida). Durante casi dos mil años, aquella tierra prometida sería «pisoteada por los gentiles», mientras el pueblo judío padecía «cautiverio de todas las naciones», sin hallar nunca un asiento pacífico, víctima de persecuciones sin cuento que hallarían su expresión más sobrecogedora en la Segunda Guerra Mundial .

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