Suscribete a
ABC Premium

Hermann Tertsch

Leyendas negras

La Leyenda Negra fue precursora de la hoy permanente mentira sobre la Guerra Civil

Hermann Tertsch

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«Mi abuela servía a señoritos y hoy su nieto está en el parlamento cagándose en sus muertos». Pablo Iglesias, autor de esta frase tan poco académica, no se refiere a los muertos de su abuela. Sino a los muertos de los señoritos que son ... esos enemigos de clase. De ellos hablaba al presentar a un grupo rockero notorio por su apología del terrorismo y su culto al odio y la violencia. Iglesias se ciscaba en las víctimas de su abuelo, el chequista enchufado después por el franquismo, y de Marcos Ana, ese asesino devenido en mentiroso poeta, también perdonado por Franco, al que Iglesias enterraba con honores. Al que, por cierto, todos los periódicos calificaban como el «preso político más antiguo del franquismo». Ninguno explicaba por qué estuvo en la cárcel. Ni aclaraba qué tiene de «preso político» quien cumple condena por asesinar a sangre fría a civiles desarmados e inocentes por ser cura, creyente o monárquico. Iglesias ha dejado claro que los autores de esos crímenes son hombres ejemplares para él y su gente. Los ejemplos están para emularlos. Esta apoteosis de odio político y mentira escenificada por un parlamentario es inconcebible en otro país europeo. Como otras de comunistas y separatistas como Rufián, Tardá, Garzón, Otegui o cualquier sobaco de las CUP. Discrepan entre ellos. Pero tienen de aglutinante eficaz ese odio irracional, cuasi religioso, que le profesan a España. A la España madrastra. A unos les ofende el privilegio insatisfecho, a otros en el agravio comparativo. La culpa siempre de una España que, destruida, los liberaría a todos de sus penas.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia