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La ley frente a la turba

La confirmación del juez Kavanaugh es una gesta de Trump y de la libertad

Hermann Tertsch

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Washington fue ayer escenario de la triunfal conclusión de una inmensa gesta de la dignidad de las instituciones, del Estado de Derecho y del imperio de la ley frente al acoso ideológico, la mentira oportunista y la arbitrariedad con intencionalidad política. Al final, el nombramiento del juez Brett Kavanaugh como miembro del Tribunal Supremo de EE.UU. era una cuestión de principios. Sus enemigos no han podido dañar su soberbia trayectoria pese a una inaudita campaña de acusaciones personales sin pruebas. Cumplido el procedimiento, rebatidas las acusaciones, Kavanaugh jurará y ocupará su nuevo cargo. Un triunfo más de ese sistema colosal de equilibrio y sabiduría en la separación de poderes. Sucede tras meses de un proceso de escrutinio exhaustivo sobre este nuevo miembro vitalicio del máximo órgano de jurisprudencia. Tras una brutal lucha en los medios. Jurisprudencia altamente ideológica como la propia ley del aborto se verá ahora con otras mayorías en la Corte Suprema.

Porque casualidad, fatalidad o providencia, que dirán unos u otros, han convertido el primer mandato de Donald Trump en momento de gran movimiento de los órganos judiciales federales. En el Supremo, Trump ha renovado ya dos puestos de los nueve existentes, incluido el presidente. Dos jueces de claro signo conservador le dan un giro para décadas al Supremo hacia una judicatura de escrúpulo en el respeto a la ley en su letra y espíritu. Frente a los jueces que interpretan las leyes con intencionalidad política y sociológica en sus sentencias. Ganan los que creen en la ley como referente firme y estático y pierden los que entienden las leyes como referencias dinámicas interpretables mediante las sentencias para influir en el desarrollo de la sociedad en el llamado sentido «progresista» o de izquierdas. Esta última forma de entender la ley como un arma para «transformar la sociedad», dominante en países europeos con resultados catastróficos, sufre un histórico revés con los dos nuevos jueces del Supremo elegidos por Trump. Antes de llegar a la mitad de su primer mandato, Trump ha marcado ya para décadas la batalla cultural e ideológica en EE.UU. y el mundo. Es un golpe letal para la justicia política, tan de moda en España. Un triunfo de la ley y la libertad.

Todos eran conscientes de la inmensa trascendencia. De ahí que el Partido Demócrata y sus secuaces del izquierdismo multicultural, feminista y demás llegaran a los niveles de violencia, mentira, acoso y abyección a los que ha llegado. Con una campaña de vileza inaudita y violencia intimidatoria contra senadores y sus familias, han intentar quebrar voluntades para impedir al juez Kavanaugh. No lo han logrado. EE.UU. vuelve a dar un ejemplo de dignidad y firmeza de la ley frente a la turba ideológica y la presión política. Cuando en España, minorías comunistas y separatistas dictan el comportamiento al Gobierno y exigen comportamientos al margen de la ley, por criterios ideológico y políticos, hay que ver lo que pasa en EE.UU. con redoblada envidia.

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