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El recuadro

Juguetes rotos

Blanca Fernández Ochoa estaba ya muerta en la memoria de la gente antes de que apareciera su cuerpo sin vida

Antonio Burgos

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Si no hubiese sido por su desaparición y muerte, tras el hallazgo de su cadáver por la perra Xena en La Peñota, en el rentable circo mediático montado en las televisiones, ¿quién se hubiera acordado ya de la pobre Blanca Fernández Ochoa? Voy más lejos, ... sin salir de esa Cercedilla rodeada por los siete picos de la muerte: ¿quién se acuerda ya de Paquito, el campeón hermano de Blanca, a pesar de que tenga incluso un monumento en su pueblo? De lo que sí me he acordado en todos estos días de angustiosa búsqueda de la único campeona española de los Juegos Olímpicos de Invierno ha sido de aquella película-reportaje de Manuel Summers, «Juguetes rotos», en la que contaba el triste final de los que en su momento fueron famosos mitos de mil actividades en España, y que ahora buscaban las tablas los pobres hombres en condiciones económicas y personales a veces lamentabilísimas. E ítem más: ¿quién se acuerda ya del propio ingeniosísimo Manolo Summers, el director de la película «La niña de luto», retrato de toda una época de los pueblos andaluces, o «Del rosa al amarillo», donde demostraba que el amor no tiene edad? ¿Quién se acuerda ya del divertido Summers de los dibujos humorísticos de «Hermano Lobo», e incluso de la propia revista «Hermano Lobo», que usaba la poderosa arma de destrucción que es el humor contra la dictadora de Franco?

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