Tribuna Abierta

Viva el Rey de España, muera el mal gobierno

La Rivolta di Masaniello nos enseña que en todo gran conflicto o en toda crisis suele aparecer una parte reformista, con la cual se pueda tratar, y otra más radicalizada que sólo ansía violencia y destrucción

Juan José Gutiérrez Alonso

En el Reino de Nápoles, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años que asoló Europa durante el siglo XVII, tuvo lugar la tragicómica Rivolta di Masaniello. Un alzamiento popular que merece recordarse porque es un excepcional ejemplo sobre las intrigas, la mala ... Administración, la mentira, la manipulación histórica y los procesos de agitación de masas. Un episodio que además presenta todos y cada uno de los ingredientes que nutren los acontecimientos políticos y sociales de ayer, hoy y siempre.

El malestar por el mal gobierno ya existía en Sicilia, pero a principios de julio de 1647 se aprobó para el Reino de Nápoles una nuevo impuesto sobre la fruta, que por entonces era el alimento básico de los más pobres. Entonces, Tommaso Aniello d'Amalfi, Masaniello, un sencillo pescador, se pone al mando de una revuelta acompañado de transportistas, agricultores y familias, consiguiendo obligar a los aduaneros y recaudadores a huir. Los niños recogían la fruta del suelo y la lanzaban a las autoridades al grito de «Viva 'o Re 'e Spagna, mora 'o malgoverno», que sería la consigna de la revuelta.

En pocas horas nuestros revolucionarios se hicieron con el control de la ciudad y hasta el virrey Ponce de León tuvo que refugiarse ante el asombro de las autoridades papales. Aquella muchedumbre instauró el terror y el caos en Nápoles durante días, pero de Masaniello hay que decir que no era un Robespierre ni un Lenin, pues en cierto modo se mostró comedido y hasta neutralizó el vandalismo. Como decía G.K. Chesterton en El hombre que fue Jueves, hay quienes no quieren derribar el edificio sino reformarlo. Era el caso de Masaniello, que se convirtió en una especie de administrador general, llegó incluso a impartir justicia y hasta condenó a muerte a algunos notables como el duque de Maddaloni, opositor del virrey, y su hermano Giuseppe Caraffa, pero seguramente descuidó a los intrigantes más cualificados y peligrosos como Carlo Catania o Miguel Angelo Aggitoni, un importante empresario del grano.

La Rivolta di Masaniello nos enseña que en todo gran conflicto o en toda crisis suele aparecer una parte reformista, con la cual se pueda tratar, y otra más radicalizada que sólo ansía violencia y destrucción. En Nápoles se imponía la revisión de una posición social y hasta política, en este caso la del pueblo asfixiado con los impuestos, víctima del mal gobierno, que en verdad solo reclamaba visibilidad, participación en el nombramiento de autoridades, en el Tesoro di San Genaro, etc… Una sublevación claramente popular que no era más que un grito contra las cargas fiscales y la pobreza, una demanda de una buena Administración, pero los intelectuales, arribistas y clases medias pronto la llevaron a otro terreno, aprovechando unos para predicar el republicanismo, el anti-feudalismo, y otros también lo anti-español. Masaniello en realidad había declarado en varias ocasiones su fidelidad Felipe IV de España; de hecho, como se ha apuntado, la consigna de su revuelta era «Viva el Rey de España, muera el mal gobierno».

El 13 de julio de 1647, gracias a la mediación del cardenal Filomarino, se firmó un pacto entre el virrey y Masaniello, según el cual la sublevación se perdonaría, los nuevos impuestos se eliminarían y se reconocería temporalmente el derecho a portar armas de los ciudadanos-revolucionarios. Este acuerdo debería ratificarse por el rey de España, pero en palacio no se sabe muy bien quién o quiénes estaban asesorando al monarca. Con certeza, burócratas y gardingos varios sin gran conocimiento sobre los sucesos. En teoría eran ellos quienes tenían interlocución, pero como sucede hoy con la actual burocracia, los de entonces no sabía nada o nada querían saber, o sus intereses simplemente eran otros. Presentaron a Masaniello como un revolucionario contra los extranjeros y desleal a la Corona de España, cosa que no era cierta. Se especuló con una solución y se optó por una gran conjura.

El final de Masaniello fue trágico. No supo mantener el control de la revuelta - él era un sencillo pescador – ni tampoco prever la reacción de las autoridades españolas ni papales; acabó desbordado y enloqueciendo. Abandonado por sus aliados más cercanos, que pronto se acercaron a los partidarios de la versión que se había transmitido a la Corona, acaba asesinado por sus propios secuaces. El virrey, que en un primer momento le agasajó buscando un entendimiento y reconociéndole como interlocutor, fue quien hizo posible la conjura. En el Archivo de Simancas creo que existen las solicitudes de los ejecutores materiales del homicidio pidiendo recompensas y favores por el servicio ofrecido. Los conjurados siempre piden compensación, nunca hacen nada gratuitamente y sus intereses normalmente son diferentes a los que dicen representar.

Los escritos y recuerdos sobre Masaniello son abundantes porque pronto hubo quienes se ocuparon de crear un mito a su costa. En Holanda incluso se acuñaron monedas con su imagen. La propaganda y el antiespañolismo le convirtió en ejemplo de las revueltas populares y a finales del XVIII se le reclama como el primer republicano y se le convierte en icono de la lucha contra los extranjeros y hasta fuente de inspiración de Oliver Cromwell. Autores como Benedetto Croce contribuyeron a la banalización de la figura de Masaniello. Todo lo que consiguió Masaniello durante unos días no sirvió para nada. El desenlace de la revuelta fue un reforzamiento de la estructura previa. Una especie de adelanto histórico de lo acontecido también con la Revolución Francesa, como nos enseñó Alexis de Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución.

Juan José Gutiérrez Alonso

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