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Tribuna abierta

Recuperar la bioética

«Hemos desprestigiado hasta límites insospechables la Ética de la Virtud y ensalzado, simultáneamente, el subjetivismo moral y el hedonismo»

José Ramón Amor Pan

Lo que está sucediendo con la gestión de la tercera ola del COVID-19 y con el proceso de vacunación es para echarse a llorar y no parar. Salvo que ahora sí tenemos suficientes EPI y mascarillas, del resto resulta que no hemos aprendido nada y seguimos cometiendo los mismos errores de bulto que hace un año, cuando empezó toda esta tragedia. Sólo aprende quien está en disposición de aprender, lo cual requiere altas dosis de humildad: el narcisismo lleva a sobrevalorar siempre el propio punto de vista.

Me preocupa la total falta de trasparencia de los contratos firmados con la industria farmacéutica para el desarrollo y suministro de las vacunas; que éstas no llegarán a los países menos desarrollados hasta que los países ricos tengan a su población vacunada en su casi totalidad; que no exista una coordinación con Rusia, China e India, que tienen también fármacos en desarrollo; que gobierno central y gobiernos autonómicos sigan jugando al tacticismo, al corto plazo; la credibilidad y ejemplaridad pública están bajo mínimos, etc.

Esta historia de dolor no se sana fácilmente. Se quiere disfrazar y se disimula para pasar página lo antes posible, lo que no hace sino aumentar y profundizar el daño (“salvar la Navidad”). El discurso político se simplifica a niveles grotescos, limitándose a consignas pueriles e ideologizadas. Los ciudadanos piensan que solo existen derechos, pero no deberes.

Hemos desprestigiado hasta límites insospechables la Ética de la Virtud y ensalzado, simultáneamente, el subjetivismo moral y el hedonismo. Así no se construyen personalidades resilientes y proyectos sociales sólidos. No puedo menos que acordarme de eso que llaman el Síndrome de Peter Pan, que hace referencia a aquellos adultos que continúan comportándose como niños o adolescentes, sin ser capaces de tomar las riendas de su vida, de asumir la responsabilidad de sus actos y, por consiguiente, la vida adulta.

¿Cómo superar esto? No hay más que un modo: más Bioética. Lo que sucede es que en nuestro país existe poco o nulo aprecio institucional respecto a esta disciplina. Sobran los ejemplos que lo evidencian, empezando por el total desprecio del gobierno a los dictámenes del Comité de Bioética de España.

Todo esto sucede cuando la Bioética está de aniversario: cumple, nada más y nada menos, que 50 años. Una Bioética global, afectiva y efectiva, tal y como el oncólogo norteamericano Potter la concibió: no un ejercicio academicista sino un compromiso de vida.

No hay mal que por bien no venga y, en expresión afortunada de un amigo mío, es posible hacer del limón (una situación desagradable y hasta funesta) limonada (algo saludable y de buen sabor). Pero para ello hay que querer, hay que trabajar y hay que mancharse las manos. La pandemia ha evidenciado que necesitamos dar un giro a nuestras vidas, tomar conciencia y evolucionar.

El sufrimiento no es un misterio sino una revelación: pone de manifiesto lo más esencial de la vida. Se trata de recuperar la aspiración a la excelencia como modo de ser. La pandemia es también una oportunidad de reinventar nuestra relación con la Naturaleza y construir una sociedad más amigable con el medio ambiente. Un humanismo cósmico, un humanismo de la compasión.

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José Ramón Amor Pan

Observatorio de Bioética y Ciencia de la Fundación Pablo VI

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