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Del rojo al amarillo
Es una tragicomedia de equivocaciones que, de no afectar a la integridad de España, sería la mar de divertida

No me refiero a nuestra bandera -aunque bien lo merecería, tan desasistida está la pobre- sino al refrán «más vale una vez rojo que ciento amarillo», muy en desuso, referido a que, pillado con el carrito de los helados, lo mejor es admitir la culpa ... y cargar con las consecuencias que someterse a la vergüenza y el oprobio de que te lo recuerden en los años y décadas posteriores. Lo traigo a colación porque el caso Bárcenas, que los palmeros gubernamentales se empeñan en convertir en caso PP, habiendo como hay asuntos mucho más importantes -la pandemia, Cataluña, la crisis económica-, vuelve a los titulares con toda la pinta de arrastrarse por ellos durante meses como una boa dispuesta a tragarse cuanto encuentra. Cuando es una tragicomedia de equivocaciones que, de no afectar a la seguridad, integridad y prosperidad de España, sería la mar de divertida.
La primera equivocación la cometió el PP al no reconocer, nada más aparecer los famosos papeles, que, en efecto, tenía una contabilidad B, como todos los demás partidos, y con esos fondos se habían hecho pagos no declarados a Hacienda. Conviene tener en cuenta que por entonces no estaban prohibidas las donaciones a los partidos políticos para sus campañas electorales y que estando próximo el caso de los ERE andaluces, cien veces superior, seis millones y seiscientos, no causaría tanto daño. Pero se empeñaron en negarlo y ahí los tienen, «amarillos» o lívidos más bien, tratando de explicarlo.
La segunda equivocación fue la de Bárcenas, receptor de esas sumas y tesorero del PP, que arremete contra éste filtrando una contabilidad a mano, sin ningún recibo, en la que aparecen cantidades a sus líderes, para salvarse no sólo él, sino también su esposa, ya que el matrimonio ha devenido archimillonario, en Suiza nada menos.
La tercera equivocación es la de amigos de ambas partes que negocian una salida, que no encuentran porque el PP, entre tanto, ha perdido el poder y poco puede hacer para evitar que la señora de Bárcenas se vea implicada, exigencia de éste para reconocerse culpable. Aunque todos eran abogados y alguno incluso magistrado, olvidaron que el Código Penal no admite que el reconocimiento de culpa auxilie a terceros. Con lo que la tenemos armada.
Unos hablan de careos entre Bárcenas y Rajoy, otros, de circo, y no faltan quienes lo presenten como el mayor escándalo de la democracia española. El fiscal se limita a decir que las nuevas acusaciones del extesorero no aportan nada nuevo y ciñe el caso al pago de las obras en la sede del PP. Parece, como les decía, una de aquellas comedias tan divertidas de Jardiel. Pero lleva dinamita dentro. Aunque puede resultar también un petardo.
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