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Ayuso, Almeida: ¿Por quién doblan las campanas?

Es lo del Madrid simultáneo: que Ayuso pidió que cedieran todos y que Almeida nos salió con lo de 'en todo, amar y servir'

Sonaron las campanas cuando el canutazo de Ayuso. Las beatas le buscaban pareja al alcalde. El saludo fue como todos los saludos, se dijeron algo o mucho, pero esa señora cualquiera tan rezadora y tan madrileña dijo algo y Almeida aprovechó para ponerse saludador, que ... es lo que toca desde Tierno Galván y los etcéteras que han venido socavando Madrid. Era la imagen buscada, la de Ayuso y Almeida, y se escuchó y vio, en el aire que se templaba en la explanada de La Almudena. Sonó algo así como «hermanos» en el saludo entrambos que los periodistas buscábamos: el de las fuerzas vivas, Ayuso y Almeida, que a todos los efectos comparten militancia ahí, en Génova 13. Hoy se les vio entre barquillos y dos ‘speakers’ que contaban la historia de la patrona de Madrid como en Los 40. Doblaban las campanas, como alegres y perennes cuando Ayuso iba a dar el canutazo. No era hora de tabernarios, ni de buscarle novia al alcalde, pero de todo hubo, que el sano pueblo madrileño, a dos minutos de donde Mateo Morral quiso matar a Alfonso XIII, aprovecha que los poderes públicos son gustosos de pasos, procesiones, tronos y anderos, para cantarle a los políticos las verdades del barquero. Cierto es que en donde en Sánchez y en el Pilar todo fueron silbidos, en Ayuso y Almeida todo fue morbo y fe en la Almudena. Almeida iba ufano con parábolas bíblicas así, en general, hasta que el arribafirmante le pidió una en concreto y salió por la tangente. Huelga decir que el munícipe llegó el primero a la misa de la Almudena acompañado del cuerpo de gala de la Policía Municipal. Citó Almeida a Cristo en lo de amar y servir, que es frase de Cristo y de San Ignacio, y puesto a hablar en parábolas uno le preguntó, insistente, por una parábola, y miró a los chicos de la prensa, y citó la del buen samaritano (Lucas, capítulo 10, versículos 25-37) con un «los, las, les» irónico.

Después, el saludo con Ayuso, lo esperado, lo de los foteros al sol, lo de oír sin oír y ver sin ver, que es el ejercicio del columnista. Acaso pilló uno palabras sueltas, diplomáticas, y hay que insistir que Almeida andaba pendiente de la madrileñía que le gritaba cosas que en otras circunstancias irían al buzón de sugerencias consistoriales. Almeida le secreteó a Ayudo en público eso que llevamos contando, lo de hablar en parábolas. Rieron moderadamente porque empezaba a oler a incienso. Y ellos, dicen, que comen juntos. Como buenos 'partners' y demás.

De lo de Ayuso y Almeida en público sabemos concretamente lo que ha escrito con urgencia y talento Sara Medialdea; acaso que son «hermanos», «familia (política)» y lo de siempre.

Si vamos a pisar bien, que es el leitmotiv de esta columna, digamos que durante diez minutos Ayuso anduvo esperando que pararan las campanas. Que llevaba un medallón como argentino de la Real Esclavitud de la Almudena. Parecía Eva Perón tan blanquiazul: a Ayuso le doblaron las campanas y le pasó por detrás, sin interés momentáneo, el paso de la Almudena. Es lo del Madrid simultáneo: que Ayuso pidió que cedieran todos y que Almeida nos salió con lo de 'en todo, amar y servir'. Habrá que ver quién lleva el madero y por quién doblan las campanas.

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