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Joe Biden

Guajira guantanamera

La perpetuación de la cárcel de Guantánamo desenmascara al presidente de Estados Unidos

Jesús Lillo

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De la misma manera que nuestro Gobierno de coalición aprovecha la publicación en el BOE de sus decretos para redactar preámbulos reactivos, rellenos de morcillas picantonas y concebidos como indisimulados ajustes de cuentas que quitan el hipo y el sentido y satanizan el legado legislativo ... del PP, el presidente de Estados Unidos se suele tomar ciertas licencias a la hora de firmar las leyes que le ponen delante, que de vez cuando acompaña de anexos de lamento y autoindulgencia. La táctica del ‘qué más quisiera yo’, especialidad de una izquierda sobradamente capacitada para decir una cosa y hacer la contraria, lo mismo sirve para un roto que para un descosido, para echar a patadas democráticas a los mismos inmigrantes que expulsaba y amurallaba Donald Trump, fascista de libro, que para mantener abierto el penal de Guantánamo, cárcel en la que no existen las garantías jurídicas de un Estado de derecho y que iba a cerrar Barack Obama mucho antes de que el propio Biden prometiera lo mismo durante su campaña presidencial. Si Yolanda Díaz incumple su compromiso de derogar la reforma laboral del PP es porque no le dejan en Bruselas, y si Joe Biden mantiene abierto ese parque jurásico de la esclavitud es porque no tenía un plan real ni instrucciones de desmontaje, con llavecitas de Ikea y encaje jurídico. No pasa nada. A Joe, como a Yolanda, los queremos y apreciamos por su buen corazón, cuyos latidos chocan con la caja torácica, o carcasa, del realismo, esa lacra.

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