El infierno
Los populistas nos llevan al infierno, dice Lévy, el libertador de Libia, país, según Acnur, convertido en «un infierno», con venta de esclavos y esclavas sexuales
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Iniciar sesiónEl gran hallazgo de la filosofía política francesa es algo que ya estaba descubierto: el infierno son los otros, o sea los populistas, o aquellos que no presten atención a los sermones dominicos de Bernard-Henri Lévy, el Lecquio de la Sofía, que anda por ... España predicando a quienes no saben latín los latines de la mamandurria, como hacía fray Gerundio.
-¡Los populistas llevarán a la gente al infierno! -clama Lévy en el púlpito, y la gente se ve en un Infierno como el de Dante, dando saltos con Morante y Abascal desnudos en un horno de asar, lo cual da muchos votos a Abascal. ¿No pudo decir Milton que reinar en el infierno vale más que servir en el cielo?
Con la cultura política que maneja Lévy el abate Sieyes no hubiera pasado de coadjutor en Fréjus, mas así son estos tiempos. Un día Lévy fue a Libia (ese «espectáculo de m…», o sea, «Shit Show», que dijo Obama) y, en vez de pedir el libro de reclamaciones cuando le sirvieron el té en un vaso con pintalabios, telefoneó a su amigo Sarkozy, otro de esos emperadores franceses con alzas, que inmediatamente arrasó el país de Gadafi… «por la democracia». Ayer, mientras el infiernólogo Lévy iba en Madrid de entrevista en entrevista repartiendo majaderías, Acnur hacía un llamamiento en los siguientes términos: «Secuestros, torturas, trabajos forzosos, venta de esclavos y de esclavas sexuales... Libia es un infierno para los refugiados. Es urgente sacarlos de allí. Ayúdales».
El infierno libio es una conquista antipopulista de Lévy, que venía de hacer la conquista intelectual de Francia como le enseñara Althuser (¡uxoricida!, por si Rivera) en las madrugadas parisinas en el patio del 45 de la rue Ulm:
-Yo, escuchándole, y él, las manos en los bolsillos de su bata, explicándome el lugar que me reservaba en su estrategia de conquista y de control… ¡del poder intelectual en Francia! Para librarnos del infierno, Lévy nos propone a Macron, de cuya brutalidad policial, por cierto, se hacen cruces… en América.
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