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Una raya en el agua

Mantener las distancias

Don Juan Carlos debe aceptar que su principal compromiso consiste ahora en no complicar más la tarea de su hijo

Ignacio Camacho

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El Rey Juan Carlos -que será siempre Rey en la Historia como Carlos III o Felipe V: menuda estupidez esa idea de retirarle el título- parece al fin haber comprendido, o al menos aceptado, que su principal obligación consiste en no complicar más la tarea ... de su hijo. Ése es el último y gran servicio que puede prestar al Estado por mucho que se sienta incomprendido, solo o víctima de un injusto exilio. El gran éxito de su reinado, que nadie le puede ya quitar aunque haya malversado su prestigio con su conducta poco ejemplar y su pasión por el dinero y por los amores tardíos, fue posible gracias a su excepcional instinto político, que es al que debe seguir apelando para entender cuál es en esta hora su principal compromiso. La decisión de no regresar en Navidad, aunque excusada en el Covid, corrige el desatino que el monarca emérito había acariciado en un principio. Sea por convicción propia, por presiones de La Moncloa o de La Zarzuela o de ambas, la permanencia en Abu Dabi tiene mucho más sentido que un retorno que sólo serviría para incrementar el ruido y crearle más conflictos a Felipe VI, el verdadero objetivo del acoso desencadenado por las fuerzas del republicanismo.

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