columnas sin fuste
El PSOE vende a los habilitados nacionales
En cumplimiento de pactos, se traspasan al Gobierno vasco las competencias de unos funcionarios
La Ley de Presupuestos, en el tapadillo de su disposición final primera, modifica la Ley de Bases del Régimen Local traspasando a la Comunidad Autónoma Vasca las facultades de selección, aprobación de la oferta de empleo, asignación de primer destino y situaciones administrativas de los ... funcionarios de la Administración local con habilitación de carácter nacional.
Aclaramos el farragoso párrafo: en cumplimiento de pactos y manejos, se traspasan al Gobierno vasco las competencias de unos específicos funcionarios. Ya se hizo con los de prisiones, y ahora les toca a los habilitados, esto es: secretarios, interventores y tesoreros municipales, funcionarios que aprueban una oposición con el ministerio y son enviados a los ayuntamientos para cumplir con el asesoramiento legal, la fe pública, el equilibrio presupuestario y la fiscalización; a la vez ayuda de la corporación municipal y vigilancia de su legalidad.
Este cuerpo de funcionarios ha velado con modestia durante más de un siglo por el cumplimiento de la ley en unas condiciones no del todo propicias. Su presencia solitaria en los ayuntamientos osciló entre lo quijotesco y lo adaptativo. Les paga el alcalde al que tienen que fiscalizar y los partidos nunca quisieron darles el poder necesario. Con todo, las cosas se fueron poniendo peor. Ya en tiempos de Zapatero, los pactos con los nacionalistas catalanes convirtieron el régimen bifronte (estatal y local) en una cosa de tres con la aparición de las inevitables comunidades autónomas. El viejo habilitado ya no era ‘nacional’ sino ‘estatal’, adaptando a los tiempos un cuerpo nunca bien reconocido aunque sí tuviera presencia en el acervo. El secretario, de matices grises, fue siempre una de las fuerzas vivas del pueblo y Pérez de Ayala retrató la figura en una novela que Garci llevó al cine. Hay algo de wéstern en el funcionario que llega a un pueblo con la maleta, unos códigos y una idea de honradez.
A veces podía ser heroico (inútilmente heroico) y tantas una figura medrosa e incomprendida, apocada ante el vociferante concejal, como el Basilio que interpreta López Vázquez en ‘El turismo es un gran invento’. En ella se retrata bien la particular combinación, cervantina, entre el carisma rural del alcalde (Martínez Soria) y la prudencia del secretario que ensaya el violonchelo por las tardes.
Ahora este cuerpo funcionarial se socava un poco más. Pocas dudas hay de que el PNV, Bildu y los que vengan después usarán la barrera del idioma para que las funciones del secretario las realice un prosélito. Los desvelos de tanto probo funcionario son hoy un poco más inútiles. Quienes después de vender la nación venden a trozos el Estado merecen nuestro desprecio, pero no hay duda de que van ganando. Nos queda, como a López Vázquez, la melancólica resignación de las tardes y la ilusión de un cambio que soñamos hermoso y distante, como él soñaba, sin atreverse del todo, las suecas del turismo.