Columnas sin fuste

El PP se retrata

Todo tiende en el PP al confusionismo, a una mareante circularidad que acaba dejando las cosas donde estaban: muy cerca del PSOE

En los últimos días, Vox ha hecho un movimiento que retrata al PP tanto o más que al propio Vox. Tras haber propiciado los gobiernos de Madrid y Andalucía, ha marcado distancia con una propuesta de derogación de leyes ‘ideológicas’ que PP y Ciudadanos deciden ... salvar con su abstención.

En Madrid mantendrán la Ley de Identidad y Expresión de Género y la Ley de protección contra la LGTBIfobia, es decir, la autodeterminación de género, la inversión de la carga de la prueba y la hormonación infantil sin autorización paterna. Estas leyes vienen además con su pedagogía y su intervención educativa.

Se puede ser partidario de ellas o no (es una forma de hablar, en realidad no se puede no serlo), pero es difícil negar que introducen cambios profundos y un identitarismo nuevo. ¿Qué es, por ejemplo, una persona LGTBI? ¿Cuándo se categorizó así a alguien? Las leyes tienen algo de vuelco antropológico que no admite el desacuerdo. Objetar algo a su articulado convierte a una persona en ‘fóbica’, patologizada, alguien contrario a la libertad, al amor y a la felicidad, a todo aquello que se quiere simbolizar con un arco iris. No es por tanto una ley con dos articulillos peliagudos, como vienen a decir Ayuso y sus ‘boys’, se trata de un molde cultural nuevo y, sobre todo, excluyente. Son leyes frontera, leyes que crean un dentro-fuera, leyes membrana con las que se cierra el sistema expulsando al disidente a lo incivil, o como dicen en los ‘think-tanks’, lo iliberal.

Sucede así con la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, salvada también por el PP. No se trata aquí del estudio objetivo de episodios históricos, sino de la imposición de una hegemonía opinativa. No pretenden aclarar ‘científicamente’ nada, sino traer al presente un esquema moral. Traerlo constantemente. Ir al pasado a por buenos y malos, víctimas y verdugos. Lo que en EE.UU. se quiere hacer con la esclavitud, lo intentan aquí con la Guerra Civil. De esta forma, la división opresor-oprimido, operativa ya en sexo, género y raza, se aplica a la historia.

De nuevo: gustará o no, pero es de izquierdas. Si el PP defiende estas ‘emancipaciones’ y además el Estado Autonómico (galleguista, andalucista, y ya hasta madrileñista), si es sumiso climático, dócil global y pide ley de pandemias, entonces... ¿en qué se diferencia del PSOE?

Casado y García Egea centran al PP, lo acercan a Cs, cuyo ámbito intelectual permea también el partido; se avienen así a ser los malos oficiales frente a las sensatas voces discordantes, pero ¿qué voces son? Cayetana Álvarez es una (una), nunca muy lejos de Cs, y la otra es Margaret Ayuso, fenómeno electoral y por lo visto internacional que sin embargo no deroga las leyes, razón por la cual machacaron a Rajoy quienes la ensalzan. ¿No es desquiciante? Todo tiende en el PP al confusionismo, a una mareante circularidad que acaba dejando las cosas donde estaban: muy cerca del PSOE según quedó tras hormonarlo Zapatero.

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