Bucle

En ambos casos hay un interés personal, oportunista, pero también razones de fondo. Los dos países conocen ese sistema. En Francia, De Gaulle lo sustituyó por el mayoritario; Italia sólo lo matizó con un 36% de circunscripción uninominal, a imitación de Alemania. Desde allí se generalizó en la posguerra como sistema electoral para la Europa continental. El proporcional evita la pérdida de votos minoritarios, lleva al multipartidismo, garantiza pluralidad de voces y, sobre todo, da el poder a los partidos, razón por la que en plena crisis de representación, en Europa se ofrece más proporcionalidad y no menos.

Parece la dirección contraria, porque es un sistema que no trata de representar, sino de reflejar; que el parlamento se parezca a la calle, como un espejo. La representación (la persona elegida en un distrito) se transforma en identificación (con el partido cuya lista se vota).

El sistema mayoritario fortalece el vínculo de proximidad entre elector y diputado, y permite gobiernos ágiles; el proporcional es la base del actual sistema de partidos.

En España, la misma hegemonía que introduce el debate entre monarquía o república, ignora el debate sobre el sistema electoral, de mayor impacto real. A PP y PSOE no les interesa, Podemos desea más proporcionalidad, y Vox defiende que «los diputados respondan ante los electores y no tanto ante los partidos», pero de forma clara sólo habla del distrito único nacional.

Del 78 se elogian las transacciones. Unos aceptaron la monarquía a cambio de que otros aceptaran la proporcionalidad, se dice. Pasan los años, se discute la monarquía y nadie dice nada del sistema electoral. España sólo pide más Europa y Europa más proporcionalidad a la española. Un bucle.