A la espera de la autopsia
Los homenajes, siempre tarde
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Iniciar sesiónCada cierto tiempo aparecen en los medios los forenses, unas figuras cargadas de autoridad: la doble autoridad de la muerte y de la ciencia. ... Antes aparecían sin más con su crudeza terminológica, ahora hay también psicólogos que le explican a la audiencia el daño emocional.
Es una ceremonia recurrente de la que, más o menos, todos formamos parte («Volvemos a la conexión con Cerdeña», decía ayer Paz Padilla).
Los resultados del análisis forense del cuerpo de Blanca Fernández Ochoa se esperaban en directo (con lo que eso supone) y las hipótesis, palabra que bien podría sustituirse por «chismótesis», eran dos: muerte natural o muerte no violenta y no natural. Lo primero llevaría a la rutinaria reflexión sobre la peligrosa soledad de los montes; lo segundo, dicho entre eufemismos, abriría la puerta al «drama humano» y a una cierta lírica periodística del juguete roto.
Encontrado ya el cuerpo, en las televisiones se seguía hurgando en el detalle. Entre pregunta y pregunta profundizaban en la santificación deportiva. Era algo compensatorio, el tributo para seguir hurgando. «Cuánto te queríamos, Blanca, ¡cuánto!». Y a continuación: «¿Cómo de descompuesto dice que estaría el cadáver?».
Al parecer, la condición de entrañable leyenda del deporte no le servía ya de mucho a Blanca (¿No le dieron un cargo las feministas de la nieve?), pero le sirvió al periodismo para dar la autopsia como si fuera un directo deportivo, con minuto y resultado.
Lo que nos importa el esquí realmente ya quedó claro con Muehlegg, que pasó en un día de ser Juanito I de España, medallista, a ser un señor extranjero con problemas personales de dopaje.
Los Ochoa eran unas figuras familiares, algo distinto. Como los Vicario o los Gento, pero aún más inexplicables. En su recuerdo de ayer, Tomás González-Martín hablaba en su blog del enorme esfuerzo de la esquiadora. Es improbable que ese sacrificio obtuviera la debida recompensa. Se dirá que abandonamos a nuestros campeones, a los que exigimos además una felicidad a la altura de su gloria. Pero la vida es difícil, y ¿de cuántas personas se puede escribir la palabra héroe o la palabra pionera? Los homenajes los damos siempre tarde. Quedamos siempre en deuda.
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