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Gil Parrondo

Hollywood Gil

«Es curioso, pero la Nochebuena pasada, anocheciendo, me llamó Gil a Guadalmina, Málaga, desde donde ahora emborrono -nunca mejor dicho- estas palabras, y ahí me di cuenta, por primera vez, de que la cosa no marchaba bien. «Los gin tonics y los dry martinis, ¿sabes?, no me dan más», se sonrió, y luego dijo: «Jose, si ves a Manolo [Alcántara], dale un abrazo»

Por JOSÉ LUIS GARCI

LA última vez que vi a Gil, en su casa, hace un par de semanas, y tras pasarnos un rato hablando, como siempre, de películas y goles, en su acogedor salón lleno de libros y de premios -dos Oscar y cuatro Goyas, entre otros muchos, ... muchos trofeos-, me dijo que escuchaba muy mal por el oído derecho, y que, como apenas veía era Gabi, su mujer, quien le ponía al día leyéndole «su» ABC después de desayunar. Gil empezó a leer el ABC cuando era un adolescente, primero, en su casa madrileña de los alrededores del Cerrillo de San Blas, frente a la estación de Atocha, y luego, durante la guerra, en el chalecito de la Ciudad Lineal.

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