La herida del Sahara

La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) cumple hoy 25 años. Reconocida por más de setenta Estados, la antigua provincia española atraviesa un momento de incertidumbre sobre su destino, ya que el prometido referéndum de autodeterminación parece una quimera. El Frente Polisario proclamó la RASD el ... 27 de febrero de 1976, tres meses después de que Marruecos, con Franco en el lecho de muerte y España inmersa en una difícil situación política interna, aprovechase la coyuntura para lanzar la Marcha Verde e hiciese efectiva su ocupación sobre el territorio. Marruecos ocupó dos tercios del Sahara Español y Mauritania, el resto, en virtud del Acuerdo Tripartito de Madrid, que no tuvo en cuenta la voluntad de sus antiguos súbditos, a los que abandonó precipitada e ingratamente. Argelia, marginada y molesta por el reparto, apoyó al Frente Polisario en su desigual lucha frente a Rabat.

En ese momento arranca uno de esos conflictos que el tiempo, el desinterés internacional y el olvido enquistan irremediablemente. Firmado un precario acuerdo de alto el fuego, Marruecos, blanco de los reproches de la Organización para la Unidad Africana, propuso a la ONU un referéndum, solución idónea que fue acogida con entusiasmo por los saharauis. Desde esa esperanzadora propuesta han transcurrido ya dieciséis años. Un periodo que Rabat ha aprovechado para enviar millares de colonos y ejercer de facto su soberanía, sobre todo en el llamado «territorio útil»: las costas, los inmensos yacimientos de fosfatos y las ciudades, donde ha impuesto su ley sin ser molestada por la ONU. Marruecos no quiere el referéndum, y jamás lo querrá, porque, de puertas adentro, considera incuestionable que el Sahara es parte de su territorio. Y dejará morir el proceso abierto por Naciones Unidas a instancias del propio Gobierno marroquí. La misión de la ONU ha recibido nada menos que 135.000 alegaciones sobre el censo que se intenta elaborar para convocar la consulta. Se trata de una estrategia para bloquear su celebración, ganar tiempo y provocar la desesperación de Naciones Unidas para que tire la toalla y busque «terceras vías» más favorables al Reino alauí.

Sin apoyos tras la caída del Muro, el Polisario intenta mantener la llama de su causa, más romántica que real, tal y como están las cosas. Marchito el conflicto bélico, el interés internacional sobre la región es anecdótico. Marruecos, garantía de estabilidad en el Magreb, es ahora un referente político y económico, en especial para España y Francia, que ven en este país un buen aliado y un apetecible mercado en crecimiento.

Esta situación, que parece irreversible, es fruto del abandono del pueblo saharaui —que todavía enseña español en las escuelas y muestra con nostalgia viejos DNI de color azul— y mantendrá abierta la herida en la conciencia de los españoles.

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