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Tribuna abierta

Ser prorruso...

El autor que esto escribe no es prorruso, sino propaz

Hásel-Paris Álvarez

Hace tiempo que hemos sustituido el debate político por el intercambio de acusaciones. Si le preocupa la seguridad frente a Marruecos, es usted facha y ultra-derechista. Si más bien le inquietan los elevados precios del alquiler, es un rojo y social-comunista. Si le ... conciernen ambas cosas, pues es un rojo-facha. Y más vale no debatir sobre ello ni sobre ninguna otra cosa, no vayan a decirle ‘negacionista’: de las vacunas, del mercado, de la violencia de género o del genocidio armenio. Pues bien, como eran pocas, ya está aquí la enésima etiqueta infamante: prorruso. El prorruso es, en la imaginación de quienes usan este epíteto, un occidental que jalea a Putin y apoya incondicionalmente a Rusia en la guerra de Ucrania. O sea, nadie. Porque, en realidad, el término se utiliza para difamar a aquel que comprenda, aunque sea parcialmente, las inquietudes rusas que condujeron a la guerra y las peticiones rusas que pueden devolvernos la paz. Prueba de ello es que una de las primeras listas negras de prorrusos, realizada en Alemania por el magnate George Soros, llevaba por título ‘Russlandversteher’, es decir, ‘gente que comprende a Rusia’. El problema es que, para resolver cualquier conflicto, es imprescindible comprender la parte de razón que puedan tener ambos bandos. Y, tal y como están las cosas, este acto de raciocinio lo convierte a uno automáticamente en sospechoso de ser prorruso. Así, Occidente se ha incapacitado a sí mismo para poder debatir y proponer soluciones serias.

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