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La guerra de Navidad

RECORDABA Chesterton que la Navidad es una guerra sin cuartel: «Las campanas que celebran el nacimiento del Niño suenan como cañonazos». Este sentido guerrero de la Navidad ha sido bobaliconamente eludido, primero por los propios cristianos, que han querido convertirla en una fiesta pánfila y ... merengosa, olvidando su sentido teológico más profundo; y, por supuesto, este olvido ha sido aprovechado por los falsificadores de la Navidad, que quieren a la gente cloroformizada y pacífica, náufraga en un océano de calma chicha, de sosiego tontorrón, de paz lobotomizada. «Calma», «sosiego», «paz» son las palabras que se repiten, con obstinación maniática, en los letreros luminosos que iluminan la madrileña calle de Velázquez, que son algo así como el ensalmo hipnótico que los falsificadores de la Navidad lanzan a la multitud cretinizada, mientras ellos la celebran a su manera. Y la manera en que la celebran es la misma en que la celebró Herodes.

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