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Editorial ABC

Un Gobierno sectario para Navarra

María Chivite no va a gobernar, como anuncia, para «todos y todas». Nadie gobierna para «todos y todas» si depende de EH Bildu

ABC

La nueva presidenta del Gobierno foral de Navarra, María Chivite, pronunció ayer el discurso de toma de posesión de quien no tiene nada que decir, porque no tiene el control efectivo de su mandato, y de quien no puede decir la verdad sobre cómo va a gobernar. Sus apelaciones a la diversidad de Navarra no sólo fueron huecas, sino también falsarias, porque ha elegido como socios de investidura a quienes niegan precisamente esa diversidad, porque son nacionalistas de viejo cuño, nacionalistas identitarios y predemocráticos que basan su acción política en dos premisas contrarias a la democracia parlamentaria: el pueblo, como negación del invididuo, y la identidad, como fuente de legitimación. Chivite es una ingenua o una impostora si piensa que sus aliados nacionalistas, soberanistas y filoetarras van a permitirle gobernar Navarra como si no fuera el territorio irredento del nacionalismo panvasquista. Por algo estuvo presente el lendakari Urkullu en su toma de posesión. Además, el folclore vasco que amenizó el acto fue una concesión a las deudas políticas que Chivite ha asumido para ser presidenta.

Por mucho Lambán que el PSOE exhiba en Aragón, con un vicepresidente de la derecha regionalista del PAR, lo sucedido en Navarra certifica de manera definitiva la política socialista del «todo vale» para alcanzar el poder y, sobre todo, evitar que lo tenga la derecha. Hay que estar muy privado de sensibilidad, escrúpulos y dignidad para preferir, como han hecho Pedro Sánchez y María Chivite, el apoyo de EH Bildu a un Gobierno foral presidido por el candidato de UPN, PP y Ciudadanos.

El discurso de ayer de Chivite es irrelevante, por vacío de contenido y por engañoso. Pese que ayer se comprometió con ABC a reponer la bandera de España en el despacho de la Presidencia de Navarra, de donde fue retirada por su ahora socia Uxue Barkos, Chivite no va a gobernar para «todos y todas». Nadie gobierna para «todos y todas» si depende de EH Bildu. En esta tesitura, cabe preguntarse qué pretende el socialismo español con esta opción por partidos contrarios a la Constitución, a la democracia parlamentaria y a la convivencia pacífica. Si para renunciar al poder no basta con depender de los votos de un partido proetarra, significa que el PSOE sigue, como antaño, dispuesto a todo para conservar el poder, y esto implica una voluntad obsesiva de confrontación y división del país. En este contexto resulta absurdo que Sánchez pida la abstención de PP y Ciudadanos, porque la vida política en España se haría incomprensible para quienes ven en lo sucedido en Navarra otro hito en la recolocación del PSOE fuera del pacto constituyente de 1978. El sentido de Estado no reclama poner a Sánchez en La Moncloa, sino que pasa por articular una mayoría alternativa de centro-derecha.

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