CR, el genio del espejo
Pocas cosas me gustan tanto como el fútbol, y pocas me disgustan tanto como los 94 millones pagados por Cristiano Ronaldo (CR). Me da pudor contribuir con estas líneas, aunque sea tan limitadamente, a la amplificación de estas aclamadas indecencias. Ningún argumento mercantil o deportivo ... podrá neutralizar mi discreta náusea. El asquito, como la admiración, es una sensación irreprimible.
Estos desmanes mediático-económicos pueden producir -hablo de las mentes que aún aspiren al equilibrio- efectos muy nocivos. Se crea un empalago indigesto, pesado, triste. Si yo fuera del Madrid, temería que la fobia en torno creciera pareja al ensueño. Ya ocurrió con el anterior olimpo de Florentino Pérez.
La imagen que de sí mismo proyecta CR encaja en el impúdico estilo florentiniano. CR es un exhibicionista cuya complacencia ante el espejo ha empañado a veces su brillante fútbol. No hablo del músculo delineado o la estética láser -tanto la belleza útil como la icónica mejoran el espectáculo-, sino del exhibicionismo técnico. Por ejemplo: a CR le vimos fallar dos penaltis en Champions, uno en Barcelona y otro en una final, por su pura vanidad de causar asombro, ora con un rizo rizado a la escuadra, ora con una fatua paradiña.
Admiro a CR tanto como repugno su precio. Es un atleta completo para el trato supremo con el balón. La serpentina del regate deriva, con su tiro, en proyectil. CR supo ir de la cosmética juguetona al juego auténtico y dio al pragmatismo lo que consagraba a lo superfluo. Así hacen del lujo los genios una cuestión práctica. Sigue siendo egocéntrico -más que egoísta-, pero su talento se ha orientado hacia una explotación en equipo. CR: Cuánta Rentabilidad.
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