cambio de guardia
Pedofilias
Los porcentajes de agresión sexual son básicamente los mismos en cualquier colectivo que trabaje con niños
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEL hombre es un animal de deseos oscuros. Angélicos, a veces; demoníacos otras. El tan íntimo Blaise Pascal lo anotaba en un axioma que todo el que no quiera zozobrar en el mar de sus monstruos debiera tener siempre presente: «Quien quiere hacerse ángel, se ... hace bestia». Ángel y bestia están demasiado amalgamados en lo humano como para fantasear con poder disociarlos definitivamente. No hay victoria ética irreversible, ni en la historia de la especie, ni en la biografía de cada uno de sus miembros. Lo humano se juega en un combate sin fin contra lo inhumano. Ambos son el hombre.
De las tantas tinieblas que laten en los rincones oscuros de la mente humana, el uso sexual de los niños puede ser la más horrible. Es lo que da a entender el universal veto que pesa sobre ella. Lévi-Strauss, en su sabio libro de 1947 sobre ‘Las estructuras elementales del parentesco’, que se puede considerar el punto de partida de la etnología moderna, subrayaba el llamativo dato que hace de la prohibición del incesto la única base común de todas -de todas- las sociedades humanas. Y que «constituye la iniciativa fundamental, gracias a la cual y mediante la cual, pero sobre todo a través de la cual, se consuma el paso de la naturaleza a la cultura».
La lógica que determina la universalidad de ese veto es sencilla: sin la protección, exenta al sexo, de las pequeñas crías de la especie, la especie misma quedaría destruida. El veto sin excepción del incesto es la condición institucional a través de la cual los clasificados como menores son sustraídos al uso sexual, para que puedan acceder a una edad adulta sin taras -anímicas o físicas- irreparables.
Pero esa sustracción -a cuya garantía los padres son consagrados- está siempre amenazada por el lado oscuro -o perverso- del deseo adulto. Freud formulaba esa dinámica del veto y la transgresión en una fórmula sencilla y terrible: «Lo que nadie desea, nadie lo prohíbe; una prohibición universal es el síntoma de una tentación universal».
El abuso sexual de los niños es un horror que jamás se ha limitado, en la historia de los hombres, a grupos ideológica o religiosamente específicos. Acecha siempre en la sombra humana. Y emerge allá donde las ocasiones materiales son más favorables. Esto es: allá donde las relaciones entre adultos y niños son más cercanas. Asentado en toda sociedad el veto del incesto, su tentación se desplaza hacia las formas vicarias de la paternidad. Entre las cuales, la docencia es la más transparente.
Conviene ser muy cuidadoso. No es a una Iglesia concreta a la que acecha el monstruo de la pederastia. Es a toda institución que se consagre a la enseñanza: o, más bien, a todos sus miembros. Los porcentajes de agresión sexual son básicamente los mismos en cualquier colectivo que trabaje con niños. E idéntico ha de ser el rigor de la ley con todos ellos.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete