Con freno y marcha atrás
Ángeles González-Sinde prometió el cargo a final de abril. El primer día, quizá todavía feliz, 35.000 personas le pidieron en Facebook que se «pirara». Al fondo de lo que parecía un exabrupto aleteaba un temor justificado: la posibilidad de interrumpir la conexión a internet sin el visto bueno de un juez. Eso dice la UE en el «paquete Telecom», y el Gobierno en la Ley de Economía Sostenible. González-Sinde ha pisado el avispero quizá sin intuir ni la capacidad de movilización de la Red ni el fondo del problema. Sesenta mil fans apoyaban anoche en Facebook el Manifiesto en defensa de los derechos de internet, y Zapatero salió a desautorizar a la incauta guionista: no se va a cerrar nada en la Red. Los políticos y los artistas transmiten el mensaje de que éste es un debate entre piratas y creadores. Sin embargo, el problema es otro. La industria quiere perpetuar un modelo de control de copias que la tecnología hace imposible, y lo quiere hacer a costa de derechos fundamentales. Es la misma industria que ha malgastado una década en perseguir a los usuarios, en acabar con Napster o con Pirate Bay, en lugar de construir un modelo de negocio para la nueva era. Le han dejado el dinero y las ideas a Apple o Spotify. Sueñan con un campo con puertas. En otra época lo hacían con ovejas eléctricas.
Periodista
y blogger
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