Fotos de interés público
LA fotografía publicada en los medios de comunicación de las hijas de Rodríguez Zapatero en un acto oficial con el presidente Obama y su esposa ha provocado una reacción desmedida fuera de lugar por parte de la Presidencia del Gobierno. Carece de sentido acusar a la Prensa de romper un supuesto e imaginario pacto tácito para preservar la intimidad de las niñas. El objetivo evidente es trasladar a terceros una responsabilidad propia y exclusiva de quien decide llevarlas a Nueva York. Si el presidente no desea que sus hijas aparezcan en las portadas, lo mejor que puede hacer es dejarlas en Madrid para que continúen con su vida cotidiana y no llevarlas a un acto de relevancia pública en el Metropolitan, con los máximos dirigentes internacionales. Los periódicos se han limitado -como es su función- a informar a sus lectores, utilizando una fuente oficial, la propia página web de la Casa Blanca, en la que por cierto no aparecía velado el rostro de las niñas. Las fotos en cuestión estuvieron a disposición de todo el mundo durante más de hora y media en Internet, y por tanto, es inaceptable cualquier reproche de oportunismo o falta de ética profesional. Como es evidente, no se trata de imágenes obtenidas de forma fraudulenta puesto que las niñas posan de forma natural junto a sus padres y al matrimonio Obama.
El conflicto entre el derecho a la intimidad y la libre expresión y difusión del pensamiento plantea en ocasiones debates complejos, que la jurisprudencia constitucional ha matizado con acierto. Sin embargo, esta vez no hay problema alguno: la foto procede de un acto público, tiene evidente interés informativo y se difunde por vía oficial. El error -si acaso existe- lo comete el presidente del Gobierno cuando decide llevar a sus hijas a un evento que suscita un notable interés a escala universal. Por lo demás, hace tiempo que el Ejecutivo tiene pendiente el cumplimiento de su propio compromiso de promover una ley de acceso a la información, que podría clarificar ciertas situaciones dudosas. Lo que es evidente es que nadie ha vulnerado esta vez la ley de Protección del Menor, y que el enfado presidencial, amplificado desde La Moncloa, debería en todo caso dirigirse a los propios asesores de Presidencia.
Una vez más, Rodríguez Zapatero ha conseguido ser protagonista por una cuestión secundaria en comparación con los graves asuntos que se debaten en la ONU y en la reunión del G-20. Ha costado demasiado esfuerzo la presencia de España en esa cumbre como para desaprovechar la oportunidad generando debates colaterales que nada tienen que ver con el interés general de nuestro país en los foros internacionales. Dadas las circunstancias, lo mejor que podía haber hecho el presidente era dejar en casa a sus hijas y no exponerlas a una proyección pública que -inevitablemente- conlleva la difusión de su imagen en todos los ámbitos. Vivimos en una sociedad mediática que hace imposible poner puertas al campo. Los medios de comunicación españoles han tenido muchas oportunidades de obtener imágenes de las hijas del matrimonio Rodríguez-Espinosa, pero han sido suficientemente prudentes para respetar el deseo de dejarlas al margen de la actividad política de su progenitor. Esta vez se les ha situado bajo la luz de los focos y no existe razón alguna para quejarse.
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