Un filósofo senador

Los que me conocen saben que no tengo ninguna adscripción partidista (que no significa, en modo alguno, que carezca de ideas políticas). Por ello quiero en este artículo elogiar la figura del flamante presidente del Senado, el catedrático Manuel Cruz. Su condición de filósofo aporta valor y su talla intelectual constituye el activo sobre el que se puede y debe construir la refundación del Senado en esta legislatura. Sólo un filósofo, esto es, un sabio, puede deshacer el nudo gordiano de la ineficiencia actual de la cámara alta para transformarla en un verdadero instrumento de concordia territorial y de unidad dentro de la diversidad nacional y regional de España.

Manuel Cruz fue profesor mío en la década de los noventa, en cuarto y quinto de la carrera de Filosofía en la Universidad de Barcelona. Más tarde, a lo largo de los años, le he seguido consultando, de cuando en cuando, aspectos difíciles de la filosofía contemporánea. Pues esta es su especialidad en la que ha hecho una brillante carrera de ensayista, acercando a miles de lectores los parámetros fundamentales de la filosofía del siglo XX, es decir, el marco intelectual del que la sociedad de hoy, sea o no consciente, es hija y heredera. Ha sido uno de los pocos que, en nuestro país, han sabido mostrar, mediante sus libros e intervenciones en los medios de comunicación, que tenía razón Hegel al definir la filosofía como la historia hecha conceptos o Eugenio Trías al sostener que las ideas filosóficas que surgen en una sociedad son las formas propias en que la inteligencia se reconoce a sí misma frente a los problemas de ese tiempo social particular.

Dicho de otro modo, Cruz ha mostrado, por medio de una larga y brillante producción intelectual –galardonada con todos los premios importantes de ensayo, sin excepción, que se fallan en este país– que sólo hay un modo de mirar a la historia: desde la contemporaneidad. Es lógico esperar que ese sea uno de los ejes de su presidencia haciendo prevalecer las necesidades y oportunidades que lo contemporáneo presenta a nuestra sociedad para diseñar un futuro mejor para sí misma.

Su labor divulgativa y su facilidad para llegar al lector medio han hecho que pueda acercar al gran público la mirada filosófica sobre muchos temas cotidianos como, por ejemplo, el amor, con un magnífico ensayo que se convirtió en un libro de grandes ventas.

Pero, sin duda, uno de los mayores servicios que ha hecho Manuel Cruz a este país ha sido la fabulosa y concienzuda labor que realizó durante la década de los noventa en la emblemática editorial Paidós, donde introdujo en España a verdaderas joyas del pensamiento contemporáneo, textos y autores nada o poco conocidos por nosotros.

Con independencia de las preferencias políticas de cada cual, todos nos deberíamos congratular por el hecho de que, por fin, tenemos a un filósofo por rey, quiero decir, a un amante del pensar y sus objetos (como así se titula uno de sus libros) presidiendo una de las dos instituciones de las Cortes Generales. No en vano, un senador es un senex o anciano en el saber, pues solo un filósofo como Manuel Cruz tiene la profundidad de pensamiento debida y la solidez de argumentos necesaria para romper el círculo vicioso de las inercias del sistema y hacer que el Senado pueda encauzar con equidad la preciosa pluralidad que configura a este maravilloso país.

Arash Arjomandi es profesor en la EUSS (UAB) y consultor en INSPIRALIA.ORG