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EDITORIAL

La fiesta del fútbol, con Marca España

Es el valor añadido de la imagen de Madrid, y también la del resto de España, el que se multiplica ante una audiencia planetaria con celebraciones como la ayer en el Bernabéu

Aficionados del River Plate en la Zona de aficionados habilitada junto a la calle Raimundo Fernández Villaverde en Madrid. EFE

ABC

Hubo «banderazos», pasión, bullicio y, sobre todo, un partido de fútbol cuya disputa supo garantizar Madrid, anfitriona accidental de dos aficiones obligadas a dejar atrás Buenos Aires y buscar amparo en una ciudad capaz de improvisar en apenas diez días, y en pleno puente festivo, la logística de un acontecimiento de la talla y la proyección de la final de la Copa de Libertadores. La violencia desencadenada por las «barras bravas» que campan a sus anchas y con la más absoluta impunidad por los estadios argentinos hizo aflorar la candidatura de Madrid como ciudad de encuentro -neutral y segura, ligada por lazos históricos a la comunidad iberoamericana- para las aficiones rivales de Boca Juniors y River Plate. Más allá de la cifra de negocio que representa un acontecimiento de esta categoría, cuantificada en torno a los cien millones de euros por la patronal, los beneficios para Madrid superan de largo esas previsiones contables. Es el valor añadido de la imagen de la capital, y también la del resto de España, de la que Madrid ya no es rompeolas, sino escaparate, el que se multiplica ante una audiencia planetaria, tan pendiente del partido de fútbol disputado anoche en el Santiago Bernabéu como de las condiciones en las que desarrollaron sus vísperas.

En un tiempo convulso, marcado por la aparición súbita e intermitente de unos focos de tensión de los que ni siquiera se libran ya las áreas más avanzadas del planeta -véase el caso de Francia, sacudida por el vandalismo de los chalecos amarillos, o la Cataluña de los CDR de Quim Torra-, Madrid ha logrado transmitir al gran público internacional la estampa de una ciudad abierta de par en par a la fiesta, pero segura, una gran superficie del ocio en la que se respeta la ley y donde el turista -ayer, y de forma excepcional, aficionado al fútbol- encuentra libertad de movimiento y, a la vez, sosiego. Ninguna gran urbe puede hoy garantizar al cien por cien la seguridad de vecinos y visitantes, pero el trabajo desarrollado por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado durante los últimos días ha puesto los mimbres necesarios para que la gran celebración del fútbol iberoamericano se desarrollase según el guion previsto. Además de los mejores servicios y unos precios competitivos, en el mercado global del turismo cotizan la certidumbre y la ausencia de conflictos, y es en ese terreno, cada vez más movedizo, donde España ha logrado durante los últimos años reforzar su marca frente a otros destinos. La lección de Madrid, tantas veces ignorada como sede olímpica, invita a seguir invirtiendo en una paz social que, más allá del umbral del Bernabéu y La Castellana, beneficia a todos.

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