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Exculpación del DGT

La solución sería tener dos DGT: uno de invierno, de Soria, acosumbrado a la nieve, y otro de verano, de Écija

Antonio Burgos

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Si en este segundo «siglo de las siglas», como Dámaso Alonso llamó al XX, los militares usan como título de sus cargos los acrónimos de sus jefaturas, que si el JEMAD, que si el JEME, que si el JEMA, me tomo la libertad de aplicar ... tal costumbre a la Administración Civil del Estado, y de momento al director general de Tráfico, a mi estimado paisano don Gregorio Serrano, voy a empezar a llamarlo «el DGT». Para exculparlo por su sevillana nación de cuantos males se le ha hecho responsable en las pertinaces nevadas que nos dan por saco, que en materia de «pertinaz» no va a ser sólo la sequía. Es más que natural que la primera tormenta gorda de nieve pillara al DGT a contraquerencia y se le pusiera la famosa A-6 como anduvo, cual el heliopolitano Paseo de la Palmera en los tristes tiempos béticos de Lopera: «acolapsá». Es lógico que un andaluz se haga un lío con la nieve. ¿Qué va a exigirse a un sevillano en saberes sobre la nieve? Cómo será de insólita la nieve en nuestras ciudades andaluzas, que cuando en febrero de 1934 la Tacita de Plata quedó cubierta por el tópico «manto blanco», Pemán escribió en ABC su artículo «Nieve en Cádiz», que le valió el Cavia. Cómo será de insólito ese fenómeno meterológico en Andalucía, que cuando Anselmo González Climent, en su libro «Flamencología», quiso destrozar a Mairena acusándolo de frialdad y falta de pellizco, lo apuñaló con esta frase: «Antonio Mairena, nieve en Sevilla».

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