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Excéntricos teutones

Gente extraña, que ve aberrante el separatismo

El presidente del Parlament, Roger Torrent (i), junto al presidente del círculo de directivos de habla alemana, Albert Peters (d), minutos antes de protagonizar un almuerzo-coloquio organizado por el Círculo Ecuestre Efe
Luis Ventoso

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Son muchas las ciudades españolas que se adornan con clubes de solera. El Círculo Ecuestre de Barcelona es uno de ellos. Se fundó en 1856 y no disimulan su boato y elitismo. En su propia carta de presentación se definen como una sociedad «de carácter exclusivo», a la que pertenecen «las personalidades más destacadas e influyentes».

A tan solemnes salones acudió ayer a disertar Roger Torrent i Ramió , el presidente del Parlamento catalán. El separatista Torrent tiene 38 años, estudió Políticas y es un apparatchik de libro de ERC, a la que se afilió muy joven. Como muchos (malos) dirigentes actuales ha vivido casi toda su vida de la política. Viste ternos embutidos y corbatitas estrechas, al apretado estilo guardioliano, y está encantado de haberse conocido. Torrent, lacito amarillo siempre en solapa , camina como si se estuviese contemplando en un espejo a cada instante. En cuanto atisba una cámara en lontananza, activa una sonrisa reluciente, que canta a impostada a fuer de reiterativa. Otra de sus características es su talante medroso (hay adjetivos más sonoros, pero estamos en ABC, último oasis de la elegancia). Se cuenta que cuando visitó a Junqueras en Estremera salió un poquillo demudado, al constatar en directo que el chisposo juego del golpismo tiene su castigo en un Estado de derecho. Torrent, dicho rápido, le tiene más miedo a la trena que yo a la defensa del Dépor.

El presidente del Parlamento conferenció en la fina sociedad barcelonesa ante empresarios integrantes del Círculo de Directivos de Habla Alemana. Les endilgó a los pobres teutones afincados en España el habitual salmo victimista, con las luciferinas afrentas de Madrid, la defensa elegíaca de los héroes de Estremera, Bruselas y Ginebra y las obligadas glosas del hermoso sueño de la república catalana. La misma murga que reiteran a diario desde que Mas lanzó el procés para camuflar la mugre del tinglado corrupto del 3%. Pero esta vez surgió la sorpresa. No hubo la acostumbrada aquiescencia del respetable, el silencio de los corderos de ese empresariado cobardón que prefirió llevarse sus compañías fuera de su tierra antes que plantar cara a unos iluminados. Un empresario alemán se levantó en el turno de intervenciones y con su nítido acento le espetó al gran Torrent: «Yo voto porque todos ustedes vayan a la cárcel» . Aplausos en el auditorio. «Me insulta con ese lazo amarillo», le reprochó una directiva, que le explicó que como representante institucional de todos los catalanes no puede ostentar un símbolo que excluye a más de la mitad. También le recordaron que en lugar de abrazar la causa de los presos debería preocuparse «por las familias y los trabajadores de las tres mil empresas que por su culpa se han ido de Cataluña».

Torrent recibió un repaso. Se le vio apurado al confrontar las verdades del sentido común y del derecho. Pero en cuando llegó a la puerta ya había enchufado su sonrisa Lacer . Me imagino que TV3 no habrá emitido el debate en directo. Ay, excéntricos alemanes, que carecen de seny y creen que los delincuentes deben responder ante la justicia.

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