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Carlos Herrera

Yo estaba allí, Johan

Que ese no sea mi club no quiere decir que tú no seas, por siempre, el futbolista que me hizo soñar una noche de octubre

Carlos Herrera

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Era una noche de octubre. Mi localidad no era más que un área concreta en la barandilla de la general de gol norte, desde la que repasábamos con los dedos el perfil del Tibidabo, allá arriba, distrayéndonos del fútbol que nos condenaba a ser los ... penúltimos en la liga. Los pocos goles los cantábamos con la mirada puesta en el cementerio de Las Corts, donde los muertos pedían a gritos alguna alegría de esas que nunca llegaban. Aquella grada más alta es hoy, más o menos, la mitad del campo actual; todo ha crecido, como nosotros, que tenemos muchos años más, tanto como más cemento el graderío. Habías venido, Johan, después de catorce años de nada, de mucho épica pero pocos títulos, y los barcelonistas de entonces, los que creíamos en un club acogedor con todos y solo al servicio de sus seguidores, esperábamos la llegada de un mesías que metiese goles, que nos hiciera abalanzarnos sobre la grada inferior a abrazarnos con los de abajo y a cantar victorias que no conocíamos.

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