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El español: propio, común y saludable en todo el mundo, pese al acoso nacionalista

«Poco daño pueden hacerle porque los españoles sólo suponemos el 10 % de los hispanohablantes en el plano internacional», según el académico José María Merino

El escritor y académico de la Real Academia Española (RAE) José María Merino ponía los puntos sobre las íes recientemente en el conflicto de la lengua, que los nacionalistas y los social-nacionalistas se empeñan en azuzar, fundamentalmente, para sus intereses políticos. Merino manifestaba en un desayuno organizado por Efe en León que «sinceramente» le «preocupa poco» que los vascos, los catalanes o los gallegos «opten por perder el español», ya que, desde el punto de vista de la lengua, «no nos van a empobrecer al resto de los hispanohablantes», teniendo en cuenta, subrayaba, que España en su conjunto «sólo constituye el 10 por ciento de los hispanohablantes de todo el mundo».

Por mucho que les pese a los nacionalistas catalanes, vascos o gallegos, afanados en falacias autodeterministas y en excluir de sus comunidades todo lo que suene a español, incluida la lengua, ésta goza de una magnífica salud en el plano internacional, aunque algunos, como el Ayuntamiento de Barcelona intenten ponerle chinitas en el camino con su Reglamento de Usos de la Lengua Catalana, que antepone el catalán en el Consistorio para sus actuaciones internas, relaciones con otras organizaciones en el ámbito lingüístico catalán, selección de personal, en los estudios y proyectos a entregar al Consistorio y prevalecerá como criterio determinante en la adquisición de bienes y servicios. O la política lingüística de la Generalitat de Cataluña, que, además de represiva supone un lucrativo negocio. Según desvelaba recientemente ABC, sólo en 2008 el Gobierno catalán obtuvo 208.000 euros por multas fundamentalmente a comercios por no rotular en catalán o no utilizar esa lengua en sus actividades. Su nueva ley de comercio va más allá, al establecer la figura del delator o “chivato” y otorgar subvenciones de hasta dos millones de euros a asociaciones afines para que cumplan esa función, propia de los regímenes totalitarios. Son pequeños capítulos que encienden cada vez más un conflicto lingüístico que pretende hurtar derechos a miles de ciudadanos de las comunidades bilingües por mucho que se empeñen algunos en ocultarlo.

Entre ellos, el propio presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla, quien en una reciente entrevista en Radio Nacional daba la clave del conflicto al distinguir entre la «lengua propia» y la «lengua común». Montilla invitaba a darse un paseo por las calles catalanas a quienes «intentan crear problemas sobre la base de la lengua», para que comprobaran que «no hay discriminación» por este asunto. Y ponía el siguiente ejemplo: «Si usted va a una librería, la mayoría de los libros son en castellano; si va al cine, es muy difícil encontrar una película en catalán y, por supuesto, si pone la televisión, verá que la mayoría de canales son en castellano». Montilla insistía en que se puede comprobar que, en Cataluña, se habla indistintamente tanto el catalán, que es la «lengua propia», como el castellano, que es la «lengua común» que «entienden todos los ciudadanos». Esa es la cuestión: distinguir entre «común» y «propia».

Sin «copyright»

Las lenguas no vienen inscritas en el código genético de cada persona, sino que son una cuestión de aprendizaje, que empieza en la familia y se desarrolla en el entorno social y cultural de cada individuo para cumplir su misión esencial: la comunicación. Por eso la mayoría de expertos coinciden en que a las lenguas no se les puede poner «copyright» en el sentido de «propiedad» que otorga la primera acepción del diccionario de la Real Academia a este término. Las lenguas son propiedad de cualquiera que las aprenda. Ni, por supuesto, pueden ser propiedad de los territorios. Si por «propia» Montilla, y en general todos los nacionalistas, entiende que es la lengua que tradicionalmente han hablado durante siglos los oriundos de sus territorios, también tendrían que considerar como “propio” el castellano o español, porque es innegable que también se habla en Cataluña, como en el resto de las comunidades, desde prácticamente su nacimiento hasta nuestros días. Incluso desde varios siglos antes de que se constituyera España como el Estado moderno actual y Cataluña como entidad regional o autonómica.

La «Encuesta de la Región de Barcelona 2000», publicada en 2003, es bastante ilustrativa. En el sondeo se reflejaba que para el 30 por ciento de los barceloneses, el catalán era su lengua habitual, frente al 56 por ciento, cuya lengua habitual era el castellano. Y lo más sorprendente, según recoge Irene Lozano en su obra «Lenguas en Guerra», es que el 13 por ciento de los barceloneses consideraba «propias» ambas lenguas. El dato puede ser exiguo, pero es que en 1985, sólo el 2 por ciento admitía usar las dos lenguas por igual. Es posible que tampoco sea extrapolable a toda Cataluña, pero lo que es seguro es que los patrones de las capitales suelen marcar tendencias.

Libertad sin exclusiones

Lo que se denuncia no es sólo la «discriminación» de una lengua, sino la falta de libertad para elegir, por ejemplo en la Educación, la que cada uno quiera para sus hijos, dentro de las dos lenguas oficiales «propias» de las comunidades bilingües. Precisamente este domingo, 21 de febrero, se celebraba el “día de las lenguas maternas” con un mensaje de la directora general de la Unesco, Irina Bokova, en el que defiende a los idiomas como “los mejores vehículos de entendimiento y tolerancia”. Y, añade: “El respeto a todas las lenguas es un factor crucial para garantizar la coexistencia pacífica y sin exclusión de las sociedades y todos sus integrantes”.

Una realidad incuestionable es que actualmente el español es la segunda lengua del mundo en implantación y, por tanto, en oportunidades para las generaciones futuras de todas las comunidades autónomas españolas. Si vascos, gallegos o catalanes, afirmaba el académico José María Merino, «quieren perder el castellano a mi no me preocupa», pero les recuerda que «les sirvió, por ejemplo, para ir a Cuba y para viajar por todo el mundo».

Obama en clave española

Hoy ese «todo el mundo» incluye Estados Unidos, donde Barak Obama, nada más tomar posesión de la presidencia de su país, emitió un comunicado oficial de la Casa Blanca que, por primera vez, era leído en español, consciente de que es el segundo idioma de Estados Unidos y el segundo en implantación en todo el mundo, con un mercado potencial de 450 millones de hispanohablantes. Por eso surgen cada vez más demandas de aprendizaje del español. Por ejemplo, el Instituto Cervantes ha firmado recientemente un acuerdo para enseñar español a los 100.000 empleados que la cadena de cafeterías «Starbucks» tiene en Estados Unidos.

Otro ejemplo significativo de esta demanda es que Alemania se quejaba hace unos meses de que sufre una fuerte escasez de profesores de español en sus centros educativos a todos los niveles. Los datos de la Oficina Federal de Estadísticas eran contundentes: en el curso 2000/2001 unos 115.000 escolares alemanes estudiaban español, mientras que en el curso 2007/2008 esta cifra se había disparado hasta los 285.000 alumnos, lo que suponía un incremento de casi un 150 por ciento en apenas ocho años.

Más espectacular, si cabe, es el caso de Brasil, donde según los últimos datos del Instituto Cervantes, se ha pasado del millón de estudiantes de español en 2006 a cinco millones en la actualidad y con una demanda de 12.000 profesores para continuar con esta progresión del español.

Sueldos más altos y ventajas en la exportación

Esta tendencia al alza se refleja también en un reciente estudio sobre la economía del español, editado por la Fundación Telefónica. En él se indica que «Por primera vez se revierten los indicadores anteriores, realizados antes de la década de los 90 del siglo XX, que señalaban que el bilingüismo inglés-español en Estados Unidos se relacionaba con salarios más bajos». Ahora, sin embargo, dice el estudio, «el dominio del español mejora el acceso al empleo, facilita la obtención de trabajos de mayor calidad y propicia la movilidad laboral ascendente de los inmigrantes». «El diferencial de ingresos mensuales medios de los inmigrantes que hablan bien español, además del inglés, alcanza (en Estados Unidos) hasta un 30 por ciento sobre los que lo desconocen y un 10 por ciento más si dominan la lectura y la escritura en lengua española».

En otro apartado del mismo estudio se concluye «que la lengua hace que se multiplique por entre 2 y 3 veces la cuota de mercado de las exportaciones españolas con el conjunto de países hispanohablantes».

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