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EDITORIAL

España tiene rota su frontera

Lo que pasó ayer en Ceuta no fue una crisis humanitaria de personas hambrientas, sino la ruptura violenta de nuestra frontera

Alrededor de 200 inmigrantes saltaron ayer la valla fronteriza de Ceuta ABC

ABC

Más de cien inmigrantes asaltaron ayer la valla de Ceuta y causaron heridas a siete guardias civiles a los que arrojaron cal viva. Los asaltantes utilizaron cizallas para cortar la alambrada y lanzaron también heces, ácido y sangre a los agentes que acudieron a la valla para frenar la avalancha. Es el mismo método que otros 600 subsaharianos emplearon a finales de julio, cuando lesionaron a 22 agentes de la Benemérita. Es evidente que el Gobierno de Pedro Sánchez no ha aprendido nada del asalto de julio y que con una indolencia escandalosa se ha dedicado a la palabrería buenista en vez de organizar un plan de contención de nuevas avalanchas e implicar de nuevo a Marruecos en una política común. Ahora ninguno de los portavoces habituales podrá culpar al Gobierno de Rajoy, porque este segundo asalto es reincidente y ha desvelado la falta de competencia del Ejecutivo socialista y, en particular, del Ministerio de Interior . Uno y otro estaban avisados desde el asalto de julio. Casi treinta agentes de la Guardia Civil heridos y más de 700 inmigrantes que han entrado ilegalmente en España en menos de un mes y en el mismo sitio. Este saldo, más el de las pateras que descargan a diario cientos de rescatados por Salvamento Marítimo, ponen al Gobierno de Pedro Sánchez ante un fracaso sin paliativo en materia de inmigración ilegal.

Y algo más que añade una gravedad suplementaria a lo sucedido. Guardias civiles desplegados en Ceuta denuncian que se les impide utilizar todo el material de que disponen para evitar los asaltos. Esta información es de suma gravedad porque juega con la vida de los agentes y anima a las mafias a enviar nuevas avalanchas contra las vallas de Ceuta y Melilla. El ministro de Interior debe aclarar sin dilación cuáles son las instrucciones precisas que recibe la Guardia Civil para hacer frente a estas situaciones. Esos mismos guardias civiles aseguran que antes o después la violencia en los asaltos costará la vida a algunos de ellos y, por desgracia, no es un escenario inverosímil. Los asaltantes -todos jóvenes, en buen estado de salud y enardecidos por el tumulto- se emplean con una violencia que sólo es explicable por su comprensible desesperación y la incomprensible falta de contundencia en la respuesta. El Estado se encuentra encogido ante este problema -como en otros- por temor a ejercer la fuerza legítima. Lo que pasó ayer en Ceuta no fue una crisis humanitaria de personas hambrientas, sino la ruptura violenta de nuestra frontera -y la de Europa- con Marruecos. Y el Gobierno, en vez de asumir la extrema gravedad de lo que está sucediendo, prefiere diluir el asunto en su cada día más insoportable levedad política, reflejada en esos prescindibles y adolescentes tuits del presidente del Gobierno.

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