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Una época enferma

Allá donde se ha impuesto la «disociedad» liberal, todas las formas de vida están admitidas

Juan Manuel de Prada

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La coincidencia temporal del horrendo parricidio de los niños de Godella y de una sentencia demente que condena a una madre por pegarle una bofetada a su hijo nos permite enhebrar una reflexión sobre nuestra época enferma.

Belloc resume todas las calamidades provocadas por el ... protestantismo en una, el «aislamiento del alma», que define como «una pérdida del sustento colectivo, del sano equilibrio producido por la vida comunitaria». Este veneno corrosivo que introduce el protestantismo adquirirá rango de dogma político a través del liberalismo, que con su exaltación de la libertad individual y la autodeterminación acaba destruyendo toda forma de vida comunitaria. Y, como nos enseña Aristóteles, la vida comunitaria es constitutiva de la naturaleza humana; y, destruida esa forma de vida, los seres humanos no pueden subsistir sino como pies o manos desgajados de su cuerpo, a los que no resta otro destino sino pudrirse. La sociedad liberal, al sustituir los vínculos naturales entre los hombres por vínculos puramente contractualistas creó una forma de coexistencia horrenda, una sórdida «disociedad» por mera agregación de individuos que se soportan a duras penas, en virtud de un «contrato social», pero que han roto todos los vínculos que los hacían fuertes. En esta «disociedad» se produce, inevitablemente, una hipertrofia del «yo» que, desligado tanto de su Principio trascendente como del bien común de la polis, rompe amarras con la tradición. Así se generan personas cada vez más solipsistas y autistas que acaban cultivando hábitos estrafalarios, proyectando hacia fuera las construcciones mentales más pintorescas o aberrantes, hasta que su unidad psíquica se quiebra. Pues el desarraigo siempre acaba engendrando monstruos. Y como, entretanto, la comunidad ha desaparecido, ni siquiera existen las formas naturales de control que antaño permitían detectar a los monstruos.

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