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Diario de un optimista

Una enfermedad estadounidense

«Por extraño que parezca en Europa, los estadounidenses están abrumadoramente apegados al derecho a poseer un arma y, en su mayoría, están convencidos de que, lejos de fomentar los delitos, la posesión de un arma es un elemento disuasorio,lo que es imposible de demostrar»

Guy Sorman

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Bajo la conmoción de dos masacres sucesivas en Estados Unidos, en El Paso el 3 de agosto y en Dayton el 4 de agosto, me viene a la mente una frase de León Tolstoi, que escribe en la primera página de Anna Karenina que las ... familias felices se parecen, mientras que las desdichadas lo son cada una a su modo. Lo que vale para las familias también es válido para los países. Por lo tanto, Estados Unidos, a su manera, es una sociedad desdichada, o enferma, si se prefiere. Del mismo modo que no existe una sociedad completamente sana, cada una es insana a su manera. Esta enfermedad estadounidense es compleja, aunque resulta tentador reducirla a una explicación absurdamente simple. Vista desde la izquierda, todo es culpa de Donald Trump que, al mantener sin avergonzarse la llama del racismo, legitimó el tiroteo en El Paso, perpetrado por un hombre blanco histérico que quería librar a Estados Unidos de los invasores hispanos. En la misma línea y con la misma coartada mortal, un atentado contra la sinagoga de Pittsburgh mató el pasado mes de octubre a 20 fieles judíos, también invasores. Pero, aunque en la última década aproximadamente la mitad de los tiroteos han sido obra de vengadores blancos contra «invasores», la otra mitad se debe a causas imposibles de identificar.

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