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Putin y el búnker de la mentira

El caudillo ruso no se dirigió este lunes a Occidente, sino a los rusos que, sometidos por su aparato de propaganda, aún dan credibilidad a sus patrañas y legitimidad a sus fechorías

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La distorsión de la historia, elemento esencial de todo discurso nacionalista, volvió este lunes a emerger en Moscú, donde Vladímir Putin utilizó de forma sesgada la victoria de Stalin sobre Hitler como antecedente de la guerra declarada al mundo libre desde la frontera de Ucrania. ... Lo que la Rusia de Putin, con una mezcla de nostalgia oficial y fervor indentitario, sigue celebrando como el triunfo de su país en la ‘Gran Guerra Patriótica’ no fue sino la victoria militar de un régimen totalitario sobre otro, y el comienzo de una era tan terrorífica y criminal, si no más, que la que en 1945 concluyó con la caída de Berlín y la derrota del régimen nazi. Esa perversión de la historia está en el origen de la invasión de Ucrania. Sin la necesaria purga de los pecados de la era soviética, crímenes contra la humanidad y la libertad que las franquicias de Moscú llevaron a cabo en medio mundo, Rusia está incapacitada para reflexionar sobre su presente y aceptar su lugar entre las grandes naciones nuestro tiempo. Al contrario, Vladímir Putin huye hacia adelante con una invasión militar cuyo carácter ultranacionalista remite al mismo nazismo que dice combatir y con un discurso, cada vez más victimista y perturbado, que ya ha convertido a su país en un apestado dentro del concierto internacional. En memoria y celebración de la victoria militar con la que arrancó una de las eras más siniestras de la historia de la humanidad, el discurso del presidente ruso no pudo ser más desafortunado, solo explicable en una sociedad como la rusa, cuya opinión ha sido manipulada de forma sistemática y donde cualquier llamada pública a la racionalidad es considerada como una traición a la patria. Vladímir Putin no se dirigió ayer a Occidente, sino a los rusos que, sometidos por su aparato de propaganda, aún dan credibilidad a sus patrañas y legitimidad a sus fechorías.

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