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Acuerdos que no bastan

El pacto ‘in extremis’ para prorrogar los ERTE era necesario, pero Gobierno y agentes sociales deben asumir que no se puede perpetuar un apaño para siempre

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Más allá de las disputas internas en el Gobierno entre José Luis Escrivá y Yolanda Díaz, y más allá de sus crecientes diferencias con la CEOE y los sindicatos a cuenta de la prórroga de los ERTE, el acuerdo finalmente alcanzado es óptimo y razonable, ... aunque supone retrasar el baño de realidad que nos espera. Podrá seguir beneficiando a 600.000 trabajadores en una situación laboral delicada, y evidenciar que aún quedan consensos esenciales pese a la tensión política y las dificultades de caja del Estado. Sin embargo, la fractura ha sido muy evidente estos días. Tanto, que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, no participó ayer de la fotografía oficial que rubricaba el acuerdo porque su falta de sintonía con Escrivá ha sido muy notoria. El Gobierno sigue manejando conceptos antagónicos a los del empresariado y, como cree la CEOE, muchos ministros no viven en la realidad, sino en su burbuja. Esa es la cuestión de fondo. El modelo de los ERTE ha sido una solución útil, como se ha demostrado durante la pandemia. Pero es una solución coyuntural que antes o después debe tocar a su fin. Para su prórroga, Escrivá llegó a plantear una reducción de tal calibre en los ERTE que no solo los desnaturalizaba penalizando a las empresas, sino que pretendía crear una ficción para que no aumentasen las listas del paro. Sus tecnicismos escondían el interés político de cubrir las apariencias mientras dejaba a más de medio millón de trabajadores en la incertidumbre.

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