Después de Doha, ¿qué?
Entre 2001 y 2006 pareció existir la exigencia de una nueva política agraria

Entre 2001 y 2006 pareció existir la exigencia de una nueva política agraria española. Lo que se encontraba al fondo era la apertura a la competencia internacional que podía generar la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El impacto en la economía española hubiera sido el tolerable y magníficamente expuesto por George Philippidis en el artículo «Agricultural trade liberalisation in the Doha Round: impacts on Spain», publicado en «Economía Agraria y Recursos Naturales», nº 10, 2005. Tras el traspiés, perceptible en las reuniones de Cancún y Hong-Kong, Doha acaba de morir. La lápida se situó definitivamente en una reciente reunión en Ginebra entre la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, India, Brasil, China y Australia. Se observó que la UE no estaba dispuesta a rebajar los derechos aduaneros de los productos rurales; que los Estados Unidos se negaban a disminuir las subvenciones para sus agricultores; que Japón era irreductible en cuanto a la apertura de sus mercados agrarios; pero ni Brasil, ni China, ni la India se mostraban ni de lejos favorables a abrir sus mercados a la competencia industrial de japoneses, norteamericanos y europeos.
Nuestra agricultura, sin embargo, ¿hacia dónde debe caminar y por qué debe hacerlo así? Parece urgente abordar esta cuestión, porque, aparte de Doha, se encuentran los replanteamientos de la Política Agrícola Común (PAC). Al concluir la Guerra Fría, cesó un fuerte acicate para impulsar la producción rural europea. Por otro lado, en estos momentos, se ha presentado para los mayores financiadores de esta ayuda un muy serio problema de déficit fiscal. Simultáneamente, la masiva ampliación -a los 25 y parece que pronto a los 27- dentro de la «Drang nach Osten» tan cara a Alemania, provoca el doble impacto de reducir las financiaciones a la agricultura de los quince, y aumentar la competencia de los productos rurales de los recién incorporados. ¿Y qué decir de la presión que experimenta la UE al intentar esterilizar auges de variados integrismos musulmanes norteafricanos?
La cuestión no es baladí. España también tiene que poseer un margen de seguridad en sus abastecimientos. Su sociedad no puede contemplar indiferente el despoblamiento de muchas zonas rurales, cuando, como advirtieron los profesores Benjamín García Sanz y Peña Trapero se producía una mejora en sus rentas. Incluso, una economía rica como comienza a serlo la española, debe ser capaz de permitirse el lujo del mantenimiento de ciertos paisajes -trigales, olivares, viñedos, naranjales, praderías- que forman ya parte de la esencia española.
¿No ha llegado la hora de que el Ministerio de Agricultura encargue a un grupo de altos expertos en cuestiones rurales, que los hay, la elaboración de un dictamen sobre por dónde debe orientarse nuestra producción rural? ¿No es el momento de cesar de reaccionar únicamente en el corto plazo?
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