El «despachiño» del miedo
Menudo papelón el del conselleiro de la Presidencia de la Xunta de Galicia que ha tenido que volver a escudarse en supuestos criterios de seguridad para evitar explicar el lamentable derroche de su jefe de filas, un Emilio Pérez Touriño culpable de haber gastado dos ... millones de euros, ¡nada menos que 330 millones de las antiguas pesetas!, en ampliar, rediseñar y redecorar su despacho oficial. Un dispendio propio de un ataque agudo de megalomanía, digno de interés porque sería objeto de atención sanitaria en un sistema menos deficiente que el gallego.
Mucho miedo tiene que tener Touriño a sus administrados cuando dice necesitar gastar 480.000 euros (80 millones de las antiguas pesetas) para blindar su «cocheciño», no se sabe si el tercero, el cuarto o el quinto de que dispone, ya que el presidente gallego parece haber perdido la cuenta del número de vehículos oficiales que le pagan todos los ciudadanos.
Pánico atroz deben generarle sus paisanos cuando asegura que se ve obligado a pagar la escalofriante cifra de dos millones de euros para proteger el despacho oficial que heredó de Manuel Fraga; el ex presidente que sí sufrió atentados reales pero que no se sintió nunca obligado a malgastar 330 millones de pesetas procedentes de los impuestos para protegerse precisamente de quienes los pagan.
Y uno piensa que si fuera cierto ese terrible temor enfermizo, el mandatario gallego debería cuidar mejor su salud, a su costa y en su propio domicilio, y no en residencia oficial y a cuenta de una comunidad que no puede permitirse semejante dislate en una situación normal, y mucho menos en época de vacas flacas como la que se avecina.
Evidentemente Touriño no conjugará el verbo dimitir ni sus correligionarios tendrán la dignidad de obligarle a entonar el más contundente de cesar, pero a la espera de que los gallegos a los que tanto teme le devuelvan a su casa uno aguarda con expectación el momento en que tenga el descaro de dirigirse al Parlamento para defender la austeridad de su gabinete.
Por bastante menos, a muchos se les caería la cara de vergüenza.
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