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EDITORIAL

Debe ser el fin del régimen de Maduro

Sería una situación vergonzosa que España no apoyara a Guaidó, aunque para ello Sánchez tenga que vencer el dogmatismo de sus aliados políticos, hijos ideológicos de Hugo Chávez

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro da un discurso frente a simpatizantes junto a su esposa Cilia Flores EFE

ABC

Venezuela ha empezado por fin a cerrar la página del chavismo. Basándose estrictamente en la legalidad institucional, el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, ha declarado al dictador Nicolás Maduro como usurpador y ha asumido las funciones de presidente interino. Esta proclamación significa el fin del régimen totalitario, corrupto y perverso fundado hace casi dos décadas por un militar iluminado llamado Hugo Chávez y que ha intentando continuar un personaje fundamentalmente inepto e incapaz como Maduro. Guaidó ha tenido la audacia y la valentía de asumir ese papel histórico, lleno de riesgos, aunque debe saber que probablemente lo más difícil está todavía por llegar.

Los responsables militares y policiales del chavismo tienen tal vez una última oportunidad de servir a su país evitando más derramamientos de sangre y para salvarse a sí mismos, reconociendo la legitimidad de Guaidó y poniendo fin a una lealtad mal entendida hacia un sistema que lo único que ha probado es su capacidad para destruir a uno de los países más ricos del mundo. Si aquellos que ostentan las palancas de la fuerza pública se empeñan en reprimir a la población que quiere poner fin a la pesadilla del chavismo, llevarán a Venezuela hacia el caos y la violencia pero apenas conseguirán retrasar el inevitable final del régimen. Todos los peones de la dictadura afrontan la decisión más importante de su vida, sabiendo que la suerte del chavismo está echada y que el desenlace es cuestión de horas más que de días. La cuestión ya no es si Maduro abandona el poder, sino cuándo.

La cascada de reconocimientos a Guaidó como presidente provisional, empezando por Estados Unidos, Colombia, Canadá o Brasil, la OEA y una lista creciente de países no deja lugar a dudas sobre la opinión generalizada en la comunidad internacional acerca de lo que sucede en Venezuela. La decisión de la Unión Europea se producirá probablemente después de una ronda de contactos entre las capitales. Sería una situación vergonzosa que España no estuviera en primera fila, apoyando a Guaidó en estos momentos, aunque para ello el presidente del Gobierno tenga que vencer el dogmatismo de sus aliados políticos, hijos ideológicos de Hugo Chávez.

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