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¿Las cuentas de la lechera?

Estamos en lo de siempre. La derecha a ahorrar, la izquierda a gastar. Es la tercera vez que ocurre

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta, Carmen Calvo EFE
José María Carrascal

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Pedro Sánchez no puede perder tiempo y acelera su plan para perpetuarse en el poder. Tras el golpe interno de Puigdemont, el catalanismo no se contenta con gestos y dinero. Quiere independencia ya. Mientras los populares han elegido como líder al candidato menos dispuesto a hacer concesiones. El endoso de Zapatero fue el último clavo en el ataúd de Santamaría.

El plan de Sánchez, más de guerra que de batalla, se compone de tres fases: alcanzar la presidencia a cualquier precio y de cualquier modo. Lo logró por la puerta trasera de una moción de censura, aliado con secesionistas y extrema izquierda. Una vez dentro, desdecirse de sus promesas de convocar elecciones inmediatas, contentar a sus socios con gestos y promesas, incluidas las que no puede cumplir, y hacerse con todos los resortes del poder, desde los medios de comunicación estatales al Instituto Cervantes. Esto lo ha conseguido con algún que otro tropezón. Por último, lanzar un programa de expansión económica que satisfaga al gran público, después de años de apretarse el cinturón con Rajoy, para crear un clima de bonanza durante los dos próximos años, de forma que, cuando lleguen las próximas elecciones, logre diputados suficientes para no depender de los nacionalistas, de la extrema izquierda ni de los ataques del PP y Ciudadanos.

Es la fase en que estamos. Para ello, una de las primeras cosas que ha hecho fue despachar a Bruselas a su ministra de Economía, Nadia Calviño, con el fin de utilizar sus contactos para conseguir un alza en el techo de deuda española. Lo consiguió, a costa de su prestigio, pues lo que venía haciendo como encargada de presupuestos en la UE era precisamente procurar que los estados miembros mantuvieran el gasto bajo control. En este caso, sin embargo, significará que el gobierno, las autonomías y los ayuntamientos españoles van a disponer de miles de millones de euros más. Mientras la ministra de Hacienda hace unos presupuestos «sociales» expansivos para 2019, que podrán prolongarse en 2020, año de las elecciones. Gastar más y más deprisa, produciendo otra euforia del consumo. ¿Cómo va a pagarse todo ello? Hablan de subir impuestos a las grandes empresas y a los «ricos». Ya sabemos que «ricos», para la izquierda, es la clase media excepto ellos. De que puede frenar la recuperación y la creación de empleo, ni palabra. Como de la herencia que han encontrado.

Estamos en lo de siempre. La derecha a ahorrar, la izquierda a gastar. Es la tercera vez que ocurre. Aznar sacó de la bancarrota las cuentas de Felipe González, y Rajoy evitó que España se despeñase en la intervención en que la dejó Zapatero. ¿Ocurrirá lo mismo? ¿Son las cuentas de Sánchez las de la lechera? De momento, están en marcha. Y si se tuercen, siempre podrá utilizarse la fórmula milagrosa: gritar «¡Que viene la extrema derecha!», para asustar a incautos. Pero incautos quedan pocos y puede que lo que se oiga dentro de no mucho sea «¡Ojalá venga!». Aunque los españoles tropezamos no dos, sino cien veces en la misma piedra.

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