Lo conveniente
A don Enrique Cancer, presidente de la Junta Electoral Central, se le notaba nervioso. Balbucía unas veces y se atropellaba otras en la pronunciación. Me pareció que hablaba sin convicción alguna y cumpliendo un penoso deber que deseaba terminar de cumplir cuanto antes. En algún ... momento de su explicación, y quizá porque intentaba explicar lo inexplicable, se le escapó la liebre. Ahí va ese gazapo. Para defender la muy discutible resolución de la JEC, dijo que conceder a la coalición PNV-EA los espacios gratuitos de propaganda electoral en los medios de titularidad pública, era «casi conveniente». Esta teoría jurídica de la «conveniencia» o «quasi conveniencia» como razón para no aplicar la ley en sus justos términos constituye una novedad científica digna de desarrollo.
Quizá el señor Cancer se disponga a enriquecer la ciencia jurídica con este nuevo concepto de la interpretación de las normas. Se sabe que existe la equidad, que es la justicia natural por oposición a la ley positiva, y la epiqueya, que es la interpretación moderada y prudente de la ley en consideración a las circunstancias de lugar, tiempo y persona. Ya los clásicos se curaban de la aplicación absolutamente estricta de la ley, sin tener en cuenta ninguna de aquellas circunstancias, y decían aquello de «summum ius, summa iniuria», que si no recuerdo mal fue máxima que nos legó Cicerón en su «De officiis». De lo que no existía hasta ahora noticia «teórica» expuesta oficialmente, aunque sí muchos ejemplos de aplicación práctica, es de la «conveniencia».
No cabe duda que la teoría de la «conveniencia» en la interpretación de las normas legales se hace carne en el PNV y EA, que consiguen así un doble beneficio: disponer de espacios publicitarios en los medios públicos más extensos que sus adversarios del PP-UA (espacios de treinta minutos contra otros de veinte) y contar con dos grupos parlamentarios, negados por la Junta a populares y alaveses, que se encontraban en iguales condiciones que peneuvistas y alkartasunos. Podíamos sospechar que la Junta Electoral Central iba a convertir la ley en papel mojado, pero es que, además, ha pergeñado (Pergeñar = Elaborar una cosa con poca habilidad) un enorme embudo para dar a los nacionalistas la parte ancha y a los populares y alaveses la parte estrecha.
Ni siquiera el alkartasuno Gorka Knorr se había atrevido a hablar de la «conveniencia» como argumento para no aplicar la ley, tan clara y rotunda en este supuesto. Gorka Knorr habló de tener en cuenta la «realidad social», que es una mosca para atarla por el rabo. Enrique Cancer ha ido mucho más allá de la «realidad social» y ha balbuceado que la Junta ha hecho una interpretación «espiritualista e integradora» de la ley electoral. Si lo de espiritualista se refiere al espíritu de la ley, y no a los espíritus invocados en aquella reunión casi espiritista, poco de aquello tiene la interpretación, porque está más claro que el agua que el espíritu de la ley pretende impedir que los mismos partidos con distintos nombres o siglas obtengan más de un grupo en la asamblea parlamentaria.
Y eso es lo que taxativamente le advirtió la Junta Electoral a la coalición PP-Unión Alavesa. Y es también lo que sabían los nacionalistas cuando se dispusieron a forzar la ley para sacar provecho de la trampa, confiados en que los magistrados de la JEC no tendrían agallas jurídicas suficientes para aplicar por igual la ley a unos y a otros. Se ha cumplido en las elecciones del País Vasco lo que muchos temían. La desigualdad oprobiosa ante la ley se ha sumado a la «realidad social», esa realidad donde los aliados de unos partidos matan y los representantes de los otros, mueren.
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