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De la coincidencia a la comunión

Sólo a muy primera vista resulta conmovedor el esfuerzo del presidente del

Sólo a muy primera vista resulta conmovedor el esfuerzo del presidente del Gobierno por desmentir la información de este periódico sobre los nuevos esfuerzos del Gran Timonel por coordinar su política con ETA de cara a las elecciones municipales. Asegura Rodríguez Zapatero que «no hay diálogo con ETA» pero sí «tomas de temperatura». Hay que ser periodista muy amigo del jefe para reinterpretar con benevolencia ambigüedades que nunca esconden ya las mentiras. La información de ABC, ya corroborada por todas las esquinas informativas y que en los próximos días será probablemente ampliada por los propios interlocutores del Gobierno o por aquellos medios que aún se atreven a indignarse y denunciar semejantes villanías, sólo ratifica la certeza general entre adversarios como partidarios de este Gobierno de que Zapatero y José Ternera tienen intereses comunes.

Para muchos, quizás la mayoría en esta sociedad española, convencida de que no hay mal que pueda distraerla, esto no es ni siquiera necesariamente malo. Los partidarios del presidente del Gobierno piensan que el interés común de estos dos hombres ante un supuesto gran destino es la paz y siempre la paz. Las discrepancias que tienen sobre el orden de prioridades entre la paz y otras cuestiones más o menos nimias nunca serán obstáculo para que el jefe del Gobierno sea generoso. A él le será más fácil estirarse. Primero porque al fin y al cabo él juega con fichas prestadas. Y por supuesto porque Ternera no tiene plazos y hoy menos angustias que nunca.

Ya nos lo explicó el pasado jueves en una inenarrable intervención en el Hotel Intercontinental de Madrid uno de los máximos exegetas de la Hoja de Ruta que ya sería un disparate aunque sólo supusiera un final ignominioso para muchas carreras, biografías hasta ahora honorables y hojas de servicio notables. Puede, dijo, que el Estado haya ido demasiado lejos en sus esfuerzos por frenar los intentos de una banda de asesinos por infiltrar de nuevo las instituciones. Y desde luego, quien quiera combatir con rotundidad esta posible infiltración total o parcial de la administración por una banda de asesinos estaría, insensato él, dando argumentos a los asesinos y a sus partidarios que, viéndose en un Guantánamo en el que no pueden cobrar por matar, matarían más y al parecer, según el fiscal, muy armados de razones. Como nadie puede suponer o sospechar que el fiscal general del Estado o el ministro de Justicia que allí se encontraba y tanto le aplaudió y sonrió estuvieran desvariando debido a algún tipo de ingesta, hay que concluir que Zapatero cuenta con una secta y guardia pretoriana en la administración, plenamente partidaria de este rumbo y que si la sociedad española no se lo impide, lo mantendrán sin reparar en costes y asumiendo víctimas como si de tráfico se trataran. Esta aventura, para la que Zapatero y su entorno ha logrado reclutar a ambiciosos, insensatos, sectarios, cobardes, nostálgicos de la experimentación social, un ejército de almas funcionariales y muchísima gente de bien que cree bienvenidas las mentiras a cambio de paz, la intentarán continuar aunque las T-4 se conviertan en T-40.

Sin autocrítica

A ninguno de ellos oirán la mínima autocrítica ante el espectáculo lacerante que ofrecen los resultados de su política. En tres años han logrado convencer a gran parte del cuerpo social de Batasuna que ya no merecía la pena buscarse una fórmula de vida particular, de inmersión en la privacidad, proyecto en el que estaban inmersos miles de los antiguos liberados de esta formación y sus satélites. Zapatero los ha llamado de nuevo a la vocación de liberados a sueldo de la organización terrorista con futuros prometedores para todos aquellos que desde la escuela, el trabajo o la administración hagan méritos en su odio a España y en su militancia agresiva contra todo lo que no sea el totalitarismo abertzale. Quien se alarme por estas palabras que lo medite o compruebe. Así ha sido.

Con ser todo ello gravísimo, lo que convierte en una auténtica tragedia la insospechada aparición de Rodríguez Zapatero en la historia española ha sido la total incapacidad del cuerpo social español para reaccionar ante la situación generada. Podemos echarle la culpa a las miserias del franquismo, al atraso secular, a los Tercios de Flandes, a la Iglesia católica o, más a mano, a José María Aznar. Lo cierto es que la sociedad española había vivido una década de inmenso crecimiento, solidez y sentido común en gran parte bajo ese después odiado Aznar, que repitió victoria electoral con una mayoría absoluta en legislatura consecutiva. Dicen que perdió por mentir cuando nunca un Gobierno ha dado en tiempo real tanta información caótica, contradictoria y masiva que al final sirvió a sus adversarios para hacerse con una victoria que todos consideraremos legítima pero difícilmente limpia.

Lo extraordinario es que esta sociedad española que supuestamente se movilizó contra supuestas mentiras hoy no reacciona ante la mentira como único sistema de comunicación de un Gobierno con sus gobernados. En cuestiones del llamado «proceso de paz», pero no sólo en este, se ha producido un fenómeno extraordinario en el que los partidarios de Zapatero y sus pretorianos asumen que éstos les mienten pero lo justifican y defienden. No parece que el inmenso escándalo que suponen las andanzas de la actual cúpula socialista vaya a tener un impacto especial en las urnas. Es preocupante. Pero nadie dude de que esta legislatura, como comenzó y como termine, ha de tener consecuencias indeseables para España que muchos aun no imaginan. En el País Vasco estamos más cerca del terror total cotidiano, las libertades se podan a diario en Cataluña y, no sólo allí, crece la intimidación y la mentira acomodaticia, así como la procacidad reguladora. La cohesión social y territorial ha sufrido en tres años su peor cataclismo en cuatro décadas. Todo esto tiene mucho que ver con que un Zapatero recién llegado a la cúpula del socialismo español descubrió, hace un lustro y de la mano de Eguiguren, su coincidencia de intereses con los etarras Ternera y Otegui. Hoy esa coincidencia de intereses parece ser ya comunión. Aún la niega, aunque cada vez menos.

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